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– Limpia los objetos de bronce con una gamuza mojada en alcohol.

Limpia los objetos de bronce con un paño de franela empapado en amoníaco. Si tienen manchas antiguas, déjalos unos días a remojo en aceite.

– Una pieza de cobre queda muy bien pincelándolo con una mezcla de pimienta y vinagre. Saca brillo con un paño de lana, luego.

– Para retardar la aparición de verdín, frota los objetos de cobre o bronce, una vez limpios, con aceite de linaza o de parafina.

– Una gamuza impregnada en alcohol limpia con rapidez los objetos de bronce.

Si resulta imposible llegar con el trapo y los dedos a los rincones de un objeto de bronce, procede a una limpieza por inmersión. Empieza por hervir medio litro de agua y disuelve en ella unos cien gramos de sal gorda. Si no se disolviera completamente, puedes añadir un poco más de agua. Déjala enfriar. Vierte después una solución de ácido nítrico al 20% en el agua; nunca al revés porque podrían producirse salpicaduras. Deja en remojo los objetos de bronce en esta solución por espacio de una hora a temperatura ambiente. Rescátalos con unas pinzas de acero, acláralos perfectamente y sécalos.

Para limpiar bien cualquier objeto de bronce, debe frotarse con un trapo remojado en una solución compuesta por un tercio de vinagre, un tercio de agua y el tercio restante de amoníaco. Si el objeto que se pretende limpiar estuviese muy sucio, debe empezarse por cepillarlo con un cepillo mojado en petróleo, lavarlo luego en agua con jabón y para finalizar sacarle brillo con la mezcla propuesta.

– Mezcla una cucharada sopera de zumo de limón, otra de amoníaco y tres de agua para limpiar piezas de bronce. Aplica la solución por medio de un paño o de un cepillo de dientes viejo, pero, sobre todo, no sumerjas la pieza en esta solución.

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