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Pero, ¿Cómo es este reloj?

 

No tiene nada que ver con el reloj que mide el paso del tiempo físico. Cada persona tiene una percepción personal del paso de las horas y cuáles son las escogidas para realizar sus tareas diarias. El cuerpo humano es el motor del reloj biológico, el más personal e intransferible.

 

Casi todas las actividades orgánicas están sometidas a cambios en forma de ciclos. La mayoría de los mismos tiene una duración típica de 24 horas. Aunque también los hay más largos y más cortos, como el menstrual.

 

Pero hay un hecho fundamental en la base del ciclo biológico: para que éste sea considerado como ritmo, debe estar regulado por un reloj biológico. Éste se define como una estructura orgánica capaz de indicar el momento en el que se debe dar la variedad fisiológica.

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Noche y día

El reloj biológico tiene que estar ajustado con la hora del día. El mecanismo es una conexión directa de la retina con el cerebro. Así, el reloj biológico “sabe” si es de noche o de día. Aunque la simple variación entre el día y la noche de las constantes fisiológicas no determina el ritmo biológico.

La córnea es la estructura abombada, dura y transparente que cubre el iris del ojo. Cambia de espesor a lo largo del día. Por la mañana es más gruesa que a finales de la tarde. Pero no es un biorritmo. Sin tener en cuenta las actividades del sujeto, la córnea sigue su ciclo. Mientras el individuo duerme, con el ojo cerrado la córnea se hidrata y aumenta de grosor. Por el día se deseca y adelgaza a pesar del parpadeo y lagrimeo. Una noche con los ojos abiertos supone que la córnea, por la mañana, sea menos gruesa de lo normal.

 

Temperatura corporal

El ciclo vigilia-sueño supone el cambio más grande de comportamiento pues se está dormido o despierto. Pero también la temperatura corporal cambia con el paso del día. Por no hablar de los equilibrios hormonales femeninos cada 28 días.

Para que un reloj biológico funcione adecuadamente es preciso que esté ajustado a la hora del día. Es necesario que mantenga una relación precisa entre su propia medida y la que establece el sol. El mecanismo de ajuste no se conoce con exactitud, aunque en los mamíferos depende de una conexión directa de la retina con una parte concreta del cerebro.

 

El cambio de hora

Desde hace varios años los países de la Unión Europea están sujetos a un cambio horario estacional. En primavera y verano cuando las horas de luz son más abundantes, el reloj se adelanta dos horas artificiales sobre la hora solar o GTM (Greenwich meridian time). Ésta es la hora del meridiano que pasa por esta localidad británica.

En cambio en otoño e invierno el reloj sólo avanza en una unidad por delante de la GTM. Estos cambios horarios están justificados en función del ahorro energético, y ya nos hemos acostumbrado a ellos.

La cronobiología es la ciencia que estudia los ritmos biológicos. Sus fisiólogos especialistas consideraron en un principio, que estas variaciones podrían afectar al bienestar humano. Pero la modificación horaria es tan pequeña y la influencia de las costumbres sociales tan grande que el organismo, literalmente, casi ni se da cuenta del cambio. Como mucho, algunas personas manifiestan sentir somnolencia durante dos o tres días en primavera al adelantarse los relojes. En otoño se suelen despertar un poco antes de lo previsto.

El otoño y el invierno, con menos horas de luz, sí son capaces de producir una alteración denominada depresión invernal. Es una patología que en ocasiones puede resultar grave. Está relacionada con un mal funcionamiento del reloj biológico.

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