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La ansiedad es un mecanismo adaptativo natural que nos permite ponernos alerta ante sucesos comprometidos. En realidad, un cierto grado de ansiedad proporciona un componente adecuado de precaución en situaciones especialmente peligrosas. Una ansiedad moderada puede ayudarnos a mantenernos concentrados y afrontar los retos que tenemos por delante. En ocasiones, sin embargo, el sistema de respuesta a la ansiedad se ve desbordado y funciona incorrectamente. El sujeto se siente paralizado con un sentimiento de indefensión y, en general, se produce un deterioro del funcionamiento psicosocial y fisiológico.

¿Qué es el Trastorno de ansiedad generalizada?

Se caracteriza por un sentimiento de angustia de carácter persistente, insidioso y generalizado. La ansiedad, síntoma básico de este trastorno, se acompaña por lo general de una sensación de tensión interna y dificultad para relajarse.

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Los síntomas más frecuentes son:

– Ansiedad y preocupación excesivas respecto a una amplia gama de actividades
– Al individuo le resulta difícil controlar este estado de constante preocupación.

Se experimentan, además, tres o más de los siguientes síntomas:

– Inquietud
– Fatiga extrema
– Dificultad para concentrarse o tener la mente en blanco
– Irritabilidad
– Tensión muscular
– Alteraciones del sueño.

En los momentos de máxima crisis de la ansiedad generalizada, los síntomas de esta enfermedad pueden parecerse a los de otro trastorno de angustia, el ataque de pánico, pero conviene distinguir uno del otro. Los puntos álgidos de la ansiedad generalizada se presentan de manera más gradual, remiten más lentamente y los síntomas somáticos son menores que en los ataques de ansiedad.

Muchas veces encontramos que el paciente también se halla deprimido o, al revés, una persona deprimida tiene episodios de ansiedad. La Psiquiatría diagnostica al enfermo de ansioso si la ansiedad es el principal síntoma o, por el contrario de depresivo si lo principal es la depresión.

Las mujeres tienen el doble de probabilidades de presentar ansiedad generalizada. Frecuentemente comienza en la niñez o en la adolescencia, pero se puede presentar a cualquier edad. Para la mayoría de los pacientes con ansiedad generalizada, los síntomas se agravan y se suavizan de forma interminente.

¿Qué es el Trastorno de Pánico?

El síntoma básico de este trastorno es el ataque de angustia. Se trata de un episodio de ansiedad intolerable, de comienzo brusco e inopinado, de breve duración y carácter espontáneo, no ligado a sucesos claramente identificables. Algunos de los síntomas físicos a los que suele ir asociado son dificultad respiratoria, vértigos, aumento del ritmo cardíaco, sudoración, ahogo y dolor en el pecho. Éstos alcanzan su intensidad máxima en un plazo de 10 minutos y normalmente se disipan al cabo de unos pocos minutos más. Después del ataque, el paciente se encuentra cansado y presenta dificultad para concentrarse.

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Un ataque de pánico implica la aparición de al menos cuatro de los siguientes síntomas:

– Dificultad respiratoria o sensación de estar ahogándose.
– Vértigos, inestabilidad o desmayo.
– Palpitaciones o ritmo cardíaco acelerado.
– Temblores ligeros o marcados.
– Sudoración.
– Ahogo.
– Náuseas, dolor de estómago o diarrea.
– Sensación de irrealidad, extrañeza o separación del entorno.
– Sensaciones de adormecimiento u hormigueos.
– Enrojecimiento o escalofríos.
– Dolor o incomodidad en el pecho.
– Miedo a morir.
– Miedo a “volverse loco” o a perder el control.

El enfermo suele interpretar los síntomas que le agobian de forma insospechada como manifestaciones de una enfermedad física grave y, consecuentemente, acude con frecuencia a los servicios médicos de urgencia o a las consultas de diversos especialistas, según el síntoma dominante en el cuadro clínico. Obviamente, los resultados del examen médico resultan normales. Solamente tras un largo peregrinaje por los centros de asistencia y por otras especialidades médicas termina por acudir a la consulta del psiquiatra.

Uno de los síntomas más característicos es la ansiedad anticipatoria. Con la repetición de los ataques, el sujeto suele desarrollar lo que llamamos ansiedad anticipatoria, es decir, se teme la futura aparición de otro de esos inexplicables ataques. No es excepcional que, con el tiempo, esta ansiedad anticipatoria llegue a ser el principal problema del paciente, más importante incluso que los propios ataques de angustia, que pueden llegar a hacerse más bien raros.

En un porcentaje elevado de casos surge una conducta de evitación fóbica que consiste en que el paciente huye de las situaciones en las que le resultaría difícil encontrar una salida si apareciese un nuevo ataque amenazante para la integridad del yo.

A la larga, se puede establecer la agorafobia, que limita considerablemente la actividad social y laboral del sujeto y contribuye a aumentar el sufrimiento personal.

La evolución de la enfermedad es bastante variable. Hay pacientes que muestran un curso periódico, con temporadas de manifestaciones de pánico (floridas) separadas por largos intervalos libres de síntomas relevantes. En otros casos, la evolución resulta caprichosa e imprevisible. Surgen episodios agudos de angustia sin ninguna regularidad.

¿Qué son las Fobias?

La fobia se define como el miedo o temor patológico que experimenta un individuo ante objetos o situaciones que no representan en sí un peligro real para su salud o su vida. El fóbico evitará por todos los medios posibles el exponerse o enfrentarse con las causas de ese miedo irracional, no acorde a las circunstancias u objetos que la generan. Por ejemplo, el miedo a la oscuridad, a los animales grandes, a los espacios cerrados, etc.

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Las fobias se clasifican en tres tipos:

– Fobia específica: Son los episodios de ansiedad más frecuentes. En esta enfermedad, existe un miedo a un único objeto o situación que conduce a una conducta de evitación. Los contenidos fóbicos son muy variados: animales, alturas, espacios cerrados, grandes espacios abiertos, tormentas, sangre, etc. El miedo es irracional o desmesurado, pero no siempre compromete seriamente el bienestar del sujeto, pues el objeto o la situación temidos pueden a veces evitarse con facilidad. Las fobias específicas son trastornos bastante comunes, sin embargo, los afectados acuden al médico con menor frecuencia que los agorafóbicos y los fóbicos sociales. Se estima que sólo lo hace un 17 por ciento de los casos. Las fobias simples se suelen iniciar antes de la pubertad y con frecuencia se identifican con el impacto de una experiencia traumática previa, que a veces puede estar olvidada.

– Fobia social: La fobia social es un miedo intenso de llegar a sentirse humillado en situaciones sociales, especialmente de actuar de tal modo que se coloque uno en una situación vergonzosa frente a los demás. Frecuentemente es hereditaria y puede estar acompañada de depresión, alcoholismo o abuso de psicofármacos. La fobia social comienza frecuentemente hacia el principio de la adolescencia o aún antes. La presencia de la situación social temida provoca una reacción de angustia que incluye una serie de síntomas físicos: movimientos involuntarios de las manos, desmayo, sudoración, debilidad de las piernas, fácil enrojecimiento facial, palpitaciones e hiperventilación, síntomas que sugieren una hiperactividad del sistema nervioso vegetativo.

– Agorafobia: Suele ser la consecuencia a corto plazo del trastorno de pánico y es la forma más severa de las tres. El término incluye no sólo miedo a los espacios abiertos, sino también otros como miedo a las multitudes por la dificultad que se pudiera tener para escapar o recurrir de inmediato a un lugar seguro. Los enfermos experimentan una marcada ansiedad y preocupación por la posibilidad de sufrir crisis de pánico, o simplemente por perder el control en sitios donde pudiera ser difícil retirarse, acentuándose más aún la ansiedad en ausencia de conocidos de confianza. En ocasiones, esta enfermedad llega a interferir con la vida diaria del afectado de manera muy intensa, hasta el punto de que la persona se recluye literalmente en su domicilio, casi sin salir.

¿Qué es el Trastorno obsesivo-compulsivo?

El trastorno obsesivo-compulsivo es una enfermedad de curso crónico o recurrente caracterizada por la presencia de obsesiones y compulsiones. La obsesión se refiere a ideas no deseadas que asedian la conciencia y que determinan una angustia patológica a pesar de los esfuerzos desplegados por el sujeto para evitarlos. La compulsión hace referencia al acto de forzar al individuo a obrar en contra de su voluntad. Las obsesiones, en el plano del pensamiento, son ideas u ocurrencias que de forma repetida se introducen en la conciencia del sujeto e interfieren el flujo normal del pensamiento y causan malestar y sufrimiento. En ocasiones, el sujeto tiene la necesidad de repetir mentalmente un contenido concreto de significado ilógico o banal, como puede ser un número de teléfono, la fecha de un suceso irrelevante, la melodía de una película. Las compulsiones o rituales tienen un significado similar a las obsesiones, pero en el plano de la acción. Ya no es algo que se piensa sino que se realiza. Entre los rituales más típicos se encuentran el lavado excesivo de manos y la comprobación repetitiva de haber cerrado la puerta.

Los obsesivos-compulsivos pueden tener una obsesión hacia cualquier cosa y no siempre se puede conectar lógicamente la obsesión o el ritual con la preocupación que tiene el paciente. La psicología profunda (el psicoanálisis) suele buscar la relación subyacente entre compulsión / obsesión y preocupación. La mayoría de los pacientes presenta ambos tipos de manifestaciones, obsesiones y compulsiones. Aproximadamente, el 25 por ciento de ellos tiene únicamente obsesiones y sólo muy pocos – el 5 por ciento – se manifiestan con compulsiones que no se asocian a fenómenos obsesivos en el plano del pensamiento. Este trastorno sucede con aproximadamente igual frecuencia en mujeres que en varones.

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¿Qué es el Estrés Postraumático?

El estrés postraumático es un trastorno por ansiedad causado por la exposición a una situación traumática abrumadora, en el cual la persona experimenta más tarde y repetidamente la situación traumática. La angustia alcanza tales cotas que el estrés deja de funcionar como señal de peligro para constituirse en fuente de peligro. Algunas de las situaciones traumáticas más comunes y que pueden producir estrés postraumático son:

  • Accidentes graves
  • Desastres naturales
  • Robos o asaltos
  • Guerra, combates militares
  • Violación, incesto o abusos sexuales
  • Secuestros
  • Torturas
  • Expulsión política, confinamiento en campos de concentración

No se incluyen dentro de estos desencadenantes situaciones difíciles, pero propias de la vida “normal”, como un divorcio, la muerte de un ser querido, enfermedad, conflictos familiares o reveses económicos. Al contrario de lo que se cree, la gravedad del síndrome no depende de la naturaleza del trauma que lo desencadena.

La reacción a una situación dura e inusual depende mucho de la sensibilidad de las personas afectadas y de sus recursos para afrontar los traumas. En parte esto se encuentra determinado por las características genéticas de cada uno, pero también influye la personalidad y la situación vital concreta que esté atravesando, si ha sufrido o no otros traumas en el pasado o el tejido familiar y social que pueda apoyarle. Puede aparecer a cualquier edad, aunque suele ser más frecuente entre las personas jóvenes, quizá porque tienen más posibilidades de exponerse a los traumas desencadenantes. También es más común en aquéllos individuos socialmente aislados.

¿Qué es la Ansiedad de separación?

Constituye el trastorno de ansiedad más común en la infancia. La característica esencial del trastorno de separación es una ansiedad excesiva relacionada con el alejamiento del hogar o de aquellas personas con quienes el niño está emocionalmente vinculado. La prevalencia es del 3,5 por ciento para el grupo de edad de 11 años y de 1,3 a 2,4 por ciento en adolescentes.

¿Qué es el estrés agudo?

Es aquel trastorno en el que el paciente ha sufrido una exposición a un acontecimiento terrorífico. Es similar al estrés postraumático, pero se diferencia en que suele empezar dentro de las cuatro semanas después del acontecimiento traumático y dura solamente de 2 a 4 semanas.

¿Cuáles son los Tratamientos para Los trastornos de Ansiedad?

El primer paso, tras el diagnóstico, será decidir si el tratamiento consistirá básicamente en medicamentos, en psicoterapia, en terapia de conducta o en una combinación de varios sistemas terapéuticos.

– Tratamientos farmacológicos: Los fármacos destinados al tratamiento de la ansiedad se llaman ansiolíticos. Se trata de sustancias depresoras del sistema nervioso central, con propiedades ansiolíticas a dosis relativamente bajas y con efectos sedativos-hipnóticos a dosis altas. Otras propiedades comunes a este grupo son la relajación muscular y la acción anticonvulsionante. Su utilización continuada puede producir dependencia y conlleva el riesgo de aparición de un fenómeno de rebote al suspender el tratamiento. El empleo a largo plazo sólo está justificado en un subgrupo de pacientes ansiosos crónicos. Pero incluso en estos casos, se debe reeavaluar el tratamiento a intervalos regulares y siempre teniendo en cuenta la posibilidad de aplicar terapias no farmacológicas. Por otro lado, los fármacos antidepresivos juegan un papel importante en el tratamiento de los trastornos de angustia. Su eficacia está documentada para el trastorno mixto depresivo-ansioso para el trastorno de pánico. En los últimos cinco años, los medicamentos antidepresivos preferidos son los inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina.

– Psicoterapias: Existen diferentes modalidades.

La psicoterapia de apoyo constituye una modalidad muy efectiva en el tratamiento de los trastornos de angustia, sobre todo en pacientes agudos. Crea una atmósfera favorable para que el paciente pueda expresar sus problemas y mostrar sus emociones sin temor a la desaprobación. Después se define el problema y se adopta un plan de cambio del estilo de vida de la persona de manera que se supere la situación anterior.

Las psicoterapias dinámicas suponen que la conducta está determinada por las realidades presentes y por la experiencia pasada. Rememorando el problema original, uno puede “darle salida” psicológica de manera que la ansiedad desaparece con él. La terapia de conducta se basa en el principio de que las respuestas fóbicas, como muchos otros comportamientos, son aprendidas y el objetivo del tratamiento es desaprender esa conducta y reaprender una nueva.

Las técnicas de relajación para el alivio temporal de la sintomatología ansiosa. Una es la relajación muscular en la que se aprende a transmitir mensajes de calma a los husos musculares. Otra es la autorrelajación concentrativa. Se pide al sujeto que “visualice” una parte de su cuerpo manteniendo la concentración durante un tiempo, con lo cual se induce a la modificación del estado global de la persona.

La hipnosis. En este estado, el terapeuta puede intervenir administrando consignas autoritarias al paciente para que se halle sosegado en los momentos de tensión ansiosa.

El enfoque cognitivo propone que los trastornos de ansiedad son fruto de cogniciones (pensamientos e interpretaciones de la realidad) erróneas. El tratamiento cognitivo se centra en el aislamiento de esas cogniciones y en la introducción de pensamientos positivos y realistas en el círculo de cognición errónea. A veces, se combina con técnicas propias de la terapia de conducta para favorecer nuevos aprendizajes.

El mejor tratamiento es, muchas veces, una combinación de fármacos y de psicoterapia, a los que incluso se pueden añadir algunas técnicas de apoyo. Lo importante es hacer un buen diagnóstico para después seleccionar el tratamiento más adecuado.

¿Preguntas frecuentes de los Trastornos de Ansiedad?

– ¿Por qué es importante el tratamiento cuando se tiene un trastorno de ansiedad?
Porque si se opta por dejar estos problemas a su suerte, se corre el riesgo de que se afiancen en la vida cotidiana, de que se cronifiquen. Además, la ansiedad puede conducir a otros problemas asociados. Por ejemplo, una persona con ataques de pánico puede desarrollar, a la larga, conductas de evitación (como dejar de ir a grandes almacenes, no coger transportes públicos) de situaciones sociales que no son causa de su enfermedad y que pueden provocarle incompatibilidades laborales.

– ¿Son los tratamientos existentes realmente eficaces?
Muy eficaces. Según el Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos, la terapia cognitiva y conductual es muy efectiva a la hora de tratar trastornos de ansiedad. Los fármacos ayudan a la efectividad de la psicoterapia (y viceversa), aunque se debe seguir la prescripción y supervisión de un médico.

– ¿Cuánto tiempo requieren los tratamientos psicológicos?
La mayoría de los pacientes notan una mejoría considerable al cabo de ocho o diez sesiones, especialmente aquellos que siguen las recomendaciones del terapeuta. De todas maneras, hay que decir que ningún tratamiento funciona perfectamente en todos los casos. Se recomienda que psicólogo y paciente trabajen juntos para evaluar la eficacia del tratamiento en diferentes momentos; si no funciona, se debe cambiar o reajustar.

– ¿Es correcto automedicarse de tanto en tanto con ansiolíticos muy suaves?
No. Los fármacos ansiolíticos pueden causar dependencia física, además de convertirse en un impedimento para buscar soluciones reales a las situaciones vitales del paciente. En todo caso, su uso debe estar monitorizado por el médico que es el que realizará un diagnóstico y un seguimiento adecuados.

– ¿Qué diferencia hay entre ser ansioso, ser hiperactivo o estar estresado?
Se trata de tres estados diferentes. Padecer un trastorno de ansiedad es padecer una enfermedad psicológica o mental que inhabilita para llevar una vida normal y satisfactoria. Estar estresado, en la mayoría de los casos, está dentro de la normalidad aunque a partir de una situación prolongada de estrés se puede llegar a desarrollar una patología de la ansiedad. Cuando se dice que un niño es hiperactivo nos referimos a un nivel de actividad y excitación muy alto, pero no necesariamente a un sufrimiento psicológico como en el caso de la ansiedad. Ambas patologías tienen en común, entre otras cosas, los problemas de atención que sufre el paciente.

– ¿Los niños pueden padecer ansiedad?
Sí, de hecho los problemas de ansiedad están entre los trastornos más comunes en niños y adolescentes. Se estima que uno de cada diez niños podría padecer un trastorno de ansiedad. En la adolescencia, es más común entre las chicas que entre los chicos. Por otro lado, se sabe que cerca de la mitad de estos chicos y niños ansiosos tienen asociada otra patología mental (depresión, etc.).

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