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PSICOTERAPIA. 2. El proceso de la Psicoterapia

 

V. El proceso de la sanación

1. Aunque la verdad es simple, de todas maneras se le tiene que enseñar a aquellos que ya han perdido su camino en interminables laberintos de complejidad. Esta es la gran ilusión. En su estela viene la inevitable creencia de que, para estar seguro, uno debe controlar lo desconocido. Esta extraña creencia se basa en ciertos pasos que nunca llegan a la conciencia. Primero, se introduce a través de la creencia de que hay fuerzas que deben vencerse para poder estar vivo. Y luego, parece como si estas fuerzas pudiesen mantenerse a raya únicamente mediante un inflado sentido del yo, que mantiene en la oscuridad lo que en realidad se siente, y busca elevar las ilusiones a la luz.

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2. Recordemos que los que vienen a nosotros en busca de ayuda están severamente atemorizados. Lo que creen que ayudará sólo puede hacer daño; lo que creen que les hará daño es lo único que puede ayudar. El progreso se vuelve imposible hasta que el paciente es persuadido de invertir su torcida manera de ver el mundo, su torcida manera de verse a sí mismo. La verdad es simple. Pero tiene que enseñarse a aquellos que creen que los pondrá en peligro. Se le tiene que enseñar a aquellos que atacarán por sentirse amenazados, y a aquellos que necesitan la lección de la indefensión (inofensividad) por encima de todo, para que ésta les demuestre lo que es la fortaleza.

3. Si este mundo fuera ideal, tal vez podría existir una terapia ideal. Y aun así, sería inútil en un estado ideal. Hablamos de enseñanza ideal en un mundo en el cual el maestro perfecto no podría permanecer por mucho tiempo; el perfecto psicoterapeuta es sólo un destello de un pensamiento aún no concebido. Pero de todas maneras hablamos de lo que puede hacerse todavía para ayudar a los locos dentro de los límites de lo realizable. Mientras estén enfermos, pueden y deben ser ayudados. Nada más que eso se le pide a la psicoterapia; nada menos que todo lo que tiene para dar es digno del terapeuta. Pues Dios Mismo le ofrece a su hermano como su salvador del mundo.

4. La sanación es santa. Nada en el mundo es más santo que ayudar a alguien que pide ayuda. Y en este intento, aunque sea limitado, aunque carezca de sinceridad, los dos se acercan mucho a Dios. Donde dos se han unido para la sanación, allí está Dios. Y Él ha garantizado que en verdad los escuchará y les responderá. Pueden estar seguros de que la sanación es un proceso que Él dirige, pues está de acuerdo con Su Voluntad. Tenemos Su Palabra para guiarnos, mientras tratamos de ayudar a nuestros hermanos. No olvidemos que por nosotros solos somos impotentes, y apoyémonos en una fuerza que está más allá de nuestro limitado alcance, con respecto a qué enseñar y a cómo debemos aprenderlo.

5. Un hermano que busca ayuda puede traernos regalos más allá de las alturas percibidas en sueño alguno. Nos ofrece la salvación, pues viene a nosotros como Cristo y Salvador. Lo que él pide lo está pidiendo Dios a través de él. Y lo que hacemos por él se convierte en el regalo que le damos a Dios. El sagrado pedido de ayuda del Hijo de Dios, en su percibido infortunio, su Padre no puede sino contestarlo. Pero Él necesita una voz a través de la cual hablar Su sagrada Palabra; una mano con la cual pueda alcanzar a Su Hijo y tocar su corazón. En un proceso como ese, ¿quién podría no sanarse? Esta interacción sagrada es el plan de Dios Mismo, por medio del cual Su Hijo es salvado.

6. Pues dos se han unido. Y ahora las promesas de Dios son cumplidas por Él. Los límites impuestos tanto por el paciente como por el terapeuta no contarán para nada, pues la sanación ha comenzado. Lo que ellos tienen que comenzar, su Padre lo completará. Pues Él jamás ha pedido otra cosa que la más pequeña buena voluntad, el menor avance, el más diminuto susurro de Su Nombre. Pedir ayuda, en la forma que sea, no es otra cosa que Llamarlo. Y Él enviará Su Respuesta a través del terapeuta que mejor pueda servir a Su Hijo en todas sus actuales necesidades. Tal vez la respuesta no parezca ser un regalo del Cielo. Puede incluso parecer un empeoramiento y no una ayuda. Aun así, que no seamos nosotros quienes juzguemos el resultado.

7. En alguna parte todos los regalos de Dios tienen que ser recibidos. En el tiempo ningún esfuerzo puede hacerse en vano. No es nuestra perfección lo que se pide en nuestros intentos de sanar. Ya estamos engañados si creemos que hay necesidad de sanación. Y la verdad nos llegará sólo a través de alguien que parece compartir nuestro sueño de enfermedad. Ayudémoslo a perdonarse por todas las ofensas por las cuales se condenaría sin causa. Su sanación es la nuestra. Y según vemos que su impecabilidad llega brillando a través del velo de culpa que cubre al Hijo de Dios, contemplaremos en él el rostro de Cristo, y comprenderemos que no es sino el nuestro.

8. Permanezcamos en silencio ante la Voluntad de Dios, y hagamos lo que ésta ha elegido que hagamos. Hay sólo una manera mediante la cual llegamos a donde se iniciaron todos los sueños. Y es allí donde los depositaremos, para marcharnos en paz para siempre. Escucha a un hermano pedir ayuda y respóndele. Será a Dios a Quien respondas, pues Lo llamaste. No hay otra manera de escuchar Su Voz. No hay otra manera de buscar a Su Hijo. No hay otra manera de encontrar tu propio Ser. Santa es la sanación, pues el Hijo de Dios regresa al Cielo a través de su benévolo abrazo. Pues la sanación le dice, en la Voz que habla por Dios, que todos sus pecados le han sido perdonados.

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