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¡Los niños de hoy son más listos!

 

En estas épocas, es muy común ver a los padres preocupados por satisfacer los requerimientos navideños de sus pequeños, que más que peticiones se convierten muchas veces en exigencias.

¡Al nacer sólo les falta hablar!

Expresan los abuelos orgullosos al observar la forma como ese nuevo ser se adapta y reacciona a los estímulos del medio ambiente. Los padres por su parte, se muestran maravillados de tener un hijo tan “inteligente, maduro y capaz de realizar acciones, que otros bebés no hacen”.

¿Qué sucede entonces en el proceso de crecimiento de ese maravilloso ser, que en corto tiempo amenaza convertirse en grosero, caprichoso, exigente e irresponsable?

Es frecuente observar conductas incongruentes por parte de los padres. Por un lado, alaban a los pequeños diciendo: “Si vieras que listo es”, “No sé de dónde saca esas respuestas de adulto”, mientras por otro se lamentan: “No me hace caso” “Ya no sé que hacer para que entienda”.

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Los niños entienden mucho más de lo que los adultos quieren suponer, como lo evidencian estudios de la conducta humana. El bebé de meses ya “siente” la presencia de la madre, y ante ella es capaz de calmar la angustia que no lograron atenuarle otras personas.

El pequeño tiene una gran capacidad de comprensión de los acontecimientos y fenómenos que ocurren a su alrededor, pero también tiene una gran necesidad de ir construyendo el mundo de seguridad y bienestar en el que habrá de afirmarse su vida futura, y sabe que solo podrá hacerlo a través de los adultos que lo rodean. Si estos responden a sus cuestionamientos con explicaciones distorsionadas de la realidad, o las clásicas salidas de “No son cosas tuyas” o “Es algo que no te importa”, crean en el pequeño un sentimiento de inseguridad y desconfianza que marca su huella psíquica.

La conducta de los padres es importante

Pensar que las conductas y actitudes negativas de los padres pasarán desapercibidas para los pequeños es un criterio absolutamente falso. Así se discute, a veces agriamente frente a ellos, sin dimensionar el daño que se les ocasiona. En alguna ocasión un matrimonio de universitarios comentaba: “Siempre que discutimos, lo hacemos civilizadamente, utilizando términos de un alto plano verbal, que los niños no entiendan”, “Cuando discutimos lo hacemos en la recámara”.

Quizá por su corta edad, existan conceptos que los pequeños no comprendan, pero ¿Qué me dice del tono polémico empleado en esos momentos, sus expresiones no verbales, las miradas acusadoras, la insatisfacción y el desamor implícito en las discusiones? Aún cuando no entienda la terminología empleada por sus progenitores al agredirse, para ellos queda clara la tensión acumulada en el ambiente.

Y qué decir de aquellos niños que desde muy pequeños aprenden el arte de manipular a sus padres.

Hace poco me encontré con una amiga que salía apresuradamente de una tienda de servicio. Iba cargando una enorme caja y se disculpó por no tener tiempo para conversar: “tengo cita con el dentista y ya me retrasé una hora, Dianita no me dejaba salir, hasta que le prometí conseguirle las superpoderosas”. Era un juguete de 375 pesos. Dianita tiene 4 años y, que yo sepa, no tiene a su disposición ninguna pistola, para imponer su autoridad.

Como el caso anterior, podemos citar muchos hoy en día, que demuestran que los niños que se les permite hacer lo que les viene en gana, resultan antipáticos y fastidiosos a los demás, demostrando que la tolerancia excesiva no sirve a nadie y los convierte en poco tiempo en manipuladores y egoístas.

Todos los padres quisieran que sus hijos fueran creativos, inteligentes, que tuvieran las oportunidades necesarias para hacer sus propias exploraciones y lograran su independencia e individualidad, ya que son parte de un desarrollo natural. Pero para lograrlo deben sentir que se les protege y se les cuida, que se establecen límites que los ayudarán a madurar.

Ayudando a crecer

Educar a los niños implica enseñarlos a superar etapa tras etapa, mucho trabajo y fatiga. Implica días buenos y días malos, vivir y dejarlos vivir, con una guía, más que una imposición. Cualquier niño sano y normal es, a veces, revoltoso, desagradable y difícil; lo importante es estar siempre ahí, a fin de educar con amor.

Educar razonablemente

¿Qué hacer para criar a nuestros hijos de una manera razonable y lógica?

– Respetar su crecimiento. En el pequeño siempre habrá lucha y desafío, al igual que una semilla al ser sembrada forcejea, lucha en la tierra, hasta que sale el Sol y al aire.

– Entender que sus etapas son lógicas y naturales. Conductas como el temor a la oscuridad, el egoísmo de no prestar juguetes, la rebeldía entre muchas otras, manifestadas temporalmente, sólo requieren de una adecuada conducción para ser superadas.

– Tener dedicación y paciencia. Un padre y una madre siempre pendientes, sabrán reconocer entre un proceso normal de crecimiento y una conducta que requiere apoyo especializado.

– Buscar el conocimiento. Siempre ayudarán las lecturas, orientaciones y apoyo de personas relacionadas con las educación de los niños.

– Propiciar en los niños juicio e independencia. La rebelión es un acto de integridad. Es la negación de la pasividad y la dependencia. Si deseamos que nuestros hijos defiendan sus derechos, principios e ideas, permitamos que crezcan bajo nuestra guía y amor incondicional, marcando límites que los ayuden a crecer positivamente.

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