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La imprescindible lucha cotidiana por la igualdad en todos los campos, por los derechos reproductivos, por la libertad afectivo-sexual, no es aplazable ni discutible.

Tenemos claro que la lucha por nuestra emancipación nada tiene que ver con la de “feministas” burguesas que buscan beneficios particularistas que dejen intacta su posición de clase explotadora.

Sabemos que la dominación de las mujeres no comenzó con el capitalismo ni lograremos liberarnos sólo con su superación. Pero sin destruir este sistema sólo podremos optar por logros parciales y puntuales.

Nuestro combate es imparable y, aunque continuará después de la caída del capitalismo, destruirlo es una condición imprescindible para poder combatir de forma efectiva la división sexual en todos los ámbitos donde esta se ha impuesto de forma forzada y opresora.

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