¿Alguna vez han experimentado la diferencia entre la percepción de una emoción en las tripas y el sentir del corazón? En realidad hay tres opciones:
Los tres cerebros: tripas, corazón y mente. Su investigación y demostración científica me llegó después de experimentar por mi misma la diferencia entre ambos.
Cuando estamos nerviosos, muchos, nos ponemos malos del estómago, no podemos comer, etc. Pues más abajo del estómago, en las tripas, también se reflejan las emociones que, si se observan, hacen adivinar detalles sobre experiencias con respecto a alguna persona con la que tengamos conexión. Hacia la que tengamos algún sentimiento pero también emociones contradictorias. Esto yo lo vivo más o menos así:
Una emoción se refleja en mis tripas en forma de calambres, corrientes… Me indican una posible acción de una persona con la que tengo conexión y que me afectará a mí. O sea, literalmente, estoy adivinando gracias a ellas. Yo identifico una corriente en un lugar determinado de mis tripas y lo traduzco en una información, tiene un significado determinado.
En un caso, supe que no vería a una persona con la que estaba conectada y con la que había quedado, confirmándose lo que había percibido en 15 minutos. En otro que, la persona en cuestión, venía a mi vida para sanar unas memorias determinadas que se me reflejaban a través de visiones, recuerdos de otras experiencias pero que, inicialmente (recién conocida) ya tuve el aviso de mis tripas con alguna corriente. Es tan sutil que resulta muy difícil explicarlo porque la única forma de entenderlo, realmente, es sintiéndolo o dándose uno cuenta de que esto sucede.
Parece de locos ¿verdad? Pues nos sucede a todos pero no sé cuanta capacidad podemos tener cada uno para poder identificarlo. Se dice que a más mental sea una persona, menos pendiente estará de su cuerpo y, posiblemente, no se dará cuenta de nada de lo que ocurre en él, mucho menos traducir una información a través de él.
En general, son emociones que generan cierto malestar y están revolviéndose en las tripas. Están indicando algo que va a suceder y podríamos, si nos diéramos cuenta, buscar ayuda interna. Podríamos hacer un trabajo interior o trabajar alguna técnica de sanación para resolver o actuar en consecuencia. Desde mis propias experiencias, en estos casos, no hay tranquilidad interna.
No sé cuantos de ustedes saben que tenemos unos segundos (según algunos expertos) para evitar reaccionar a nuestras emociones. En definitiva, son esas memorias que están circulando constantemente por las redes neuronales de nuestro cerebro pero que estamos tan acostumbrados a ser dominados por ellas que creemos que somos eso. Creemos que somos todo lo que pensamos y sentimos. Normalmente reaccionamos a ellas en lugar de observarlas y, con frecuencia, huimos. No queremos reconocer las emociones ni los sentimientos. Muchos de nosotros olvidamos que cuando nos atrapan es porque son un reflejo de lo que no hemos superado y están aflorando continuamente en el presente para darnos la oportunidad de sanarlas.
En el caso de la mente es simplemente lo hipnotizados que estamos con ellas y los pensamientos que nos generan impidiéndonos actuar o tener una actitud objetiva y coherente con nosotros mismos. Digamos que no sabemos lo que sentimos. No pensamos, sentimos y hacemos lo mismo.
En cambio el sentir del corazón, o la percepción desde el corazón, es limpia. Hay tranquilidad y confianza, no se plantean dudas con respecto a una decisión, está llena de paz. Esto no son emociones, son sentimientos puros y no se pueden explicar porque simplemente son. Creo que todas las personas sabemos lo que es esto, sobre todo las que disfrutan de paz interna y una vida equilibrada.
En verdad, hay cosas que cuesta mucho hacer que se entiendan como la capacidad de cualquier persona (dones y talentos) que esté más desarrollada que en otros (no mejor que otros pues cada uno tiene la suya). Esta no puede ser sólo estudiada sino que también hay que practicarla, sentirla – experimentarla.
Cada uno tiene sus propias percepciones, sensaciones, visiones, etc., y está en cada uno de nosotros el desarrollarlas o no pero hay algo que se debe practicar, sí o sí, para facilitar la comprensión de todo esto: el autoconocimiento y la autobservación. Incluyendo, en el primero, el conocimiento de todas nuestras partes.
Autor
María De La Paz Morgado Morillo
https://www.maripazmorgado.es/