Sacando provecho
El mero hecho de disfrutar del campo es muy positivo y enriquecedor.
Pero a título emocional ¿En qué se concretan estos beneficios?
Ser consciente de cuanto la naturaleza nos aporta facilita sacarle el máximo provecho y rendimiento.
Ponerse en lugar del otro
La empatía (es decir, la capacidad que tienen las personas para ponerse en el lugar del otro y vivir sus emociones), no sólo se refuerza en contacto con otras personas. Disfrutar de momentos adecuados para recrearse en la propia realidad y conocerse profundamente, supone mejorar nuestra capacidad para comprender a la gente en profundidad y con precisión.
Expresarse y comunicarse adecuadamente
No es casualidad que el arte tome como modelo habitualmente la naturaleza y sus entresijos. Los jardines, bosques, parques y campas estimulan nuestra capacidad para percibir la belleza de las cosas y expresarla de manera atractiva y emotiva.
Disfrutar de las cosas pequeñas
Existe un mundo a nuestro alrededor del que no somos conscientes. Y uno de los principales rasgos de la persona feliz es, como sabemos, el disfrutar plácidamente de las cosas sencillas. El verde del bosque y el azul del mar nos ofrecen una oportunidad única para acostumbrarnos a ser felices.
Humildad y sencillez
Sumergidos en la espesura de la montaña, en la inmensidad de las praderas o en la frescura del mar, es fácil asumir la propia insignificancia, liberarnos del egocentrismo y comprender lo maravilloso del mundo a nuestro cargo.
Descanso y tranquilidad
El mero hecho de disfrutar con sensaciones plácidas y agradables provoca que en un futuro sean buscadas y encontradas, permitiendo una mejora en nuestra calidad de vida.
Seguridad y control
Las personas son impredecibles, sobre todo cuando se encuentran estresadas, con prisas y agobiadas. En la naturaleza lo más sencillo de nosotros encuentra fácil cabida, es liberado y proporciona bienestar y relajación. De hecho, no en vano decimos de una persona que nos genera confianza que “es muy natural”.