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Adultos maduros con padres mayores

 

Con el tiempo, las relaciones entre los hijos y sus padres mejora debido a que los primeros cambian su antiguo punto de vista por otro más maduro.

 

Desde este punto de vista se comprende cómo los padres han tratado de defender los valores familiares de la época en la que han sido educados. Esto resulta aún más fácil si los adultos tiene hijos y observan de primera mano los conflictos generacionales que se producen cuando éstos son adolescentes. También se ha comprobado como la independencia de estas dos generaciones hace que la comunicación se haga más fluida; el tratamiento es más de igual a igual.

Otro aspecto importante para el buen funcionamiento de estas relaciones es la mejora del nivel de vida de las personas mayores, tanto a nivel físico como económico. Esto les permite una independencia que les evita verse obligados a vivir en el hogar de los hijos, lo que evita ciertos conflictos.

Desde este ángulo, puede decirse que los adultos de edades intermedias toman la función de mantener el vínculo entre las tres generaciones que suelen coincidir en casi todas las familias. Suelen organizar reuniones en los días de fiesta, mantenerse en comunicación con los familiares, realizar recados o cuidar en caso de enfermedad… Esto se debe a que su vida ya está orientada ellos (no como en el caso de los jóvenes, que buscan y ponen más empeño en otro tipo de actividades), sus hijos no necesitan tanto de sus cuidados y siguen teniendo los recursos energéticos y económicos que sus padres envejecidos, a veces, no poseen.

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Adultos con hijos adultos

 

Las relaciones entre los adultos maduros con sus hijos adultos se dulcifica una vez que éstos abandonan la conflictiva época de la adolescencia.

También el abandono del hogar por parte de los hijos adultos hace que la relación trate de perfeccionarse en los momentos que se comparten. Esto se debe al simple hecho de que las posibilidades de estar juntos disminuyen.

Los hijos, por otro lado, comprenden más en esta época a sus padres al tener que desarrollar ciertos roles que antes sólo observaban en sus progenitores.

Los estudios muestran que en general, a pesar de tener vidas independientes, tanto los padres como los hijos siguen manteniendo contactos frecuentes y confían los unos en los otros a la hora de pedir ayuda. La mayoría de estas ayudas fluyen en la dirección padres-hijos, pero estos primeros se ven recompensados cuando se sienten orgullosos por los logros de sus hijos o, si se da el caso, por la compañía de algún posible nieto. Son pocos los que no se muestran muy contentos si sus hijos consiguen más éxito, son más confiados en sí mismos y más felices de lo que lo fueron ellos a su edad.

Los hijos también pueden servir de fuente de información a los padres sobre las nuevas tendencias que se desarrollan en la actualidad. Muchos padres mejoran su imagen o sus hábitos de vida instados por ellos. Los hijos, por otro lado, reciben la recompensa de saberse valorados y tratados como personas adultas.

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