Además de regalarnos sus flores, la lavanda nos perfuma el ambiente.
Por esto se la utiliza a veces, en bolsitas, para perfumar los armarios de ropa blanca o, en cantidades superiores, para desodorizar muebles zapateros.
Pero no acaban aquí sus virtudes; un par de puñados de flor de lavanda en un recipiente lleno, al cincuenta por ciento, de agua destilada y alcohol de 90o compone una loción que aleja a los insectos.
Si añadimos a este preparado un puñado de pétalos de rosa y un vaso de vinagre de sidra, obtendremos una loción refrescante para las manos y los pies y un inmejorable perfume que añadir al agua de aclarado de nuestros cabellos.
Por último, nada mejor que un puñado de flor de lavanda macerado durante 15 días en 1/4 de litro de aceite de oliva contra las picaduras de los insectos.