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A cada instante, la dermis produce células nuevas porque otras van muriendo. La exfoliación barre las células muertas y facilita el proceso renovador, dejando la piel más pareja, fina y suave.

No todo lo que muere en nuestro cuerpo nos perjudica. En el área de la piel, menos, porque se produce una renovación natural que, bien atendida, da excelentes resultados sanitarios y estéticos. Las células de la piel mueren, pero nacen otras, y esto es un fenómeno que se repite mensualmente.

Las células nacen en la dermis, suben hasta la superficie y allí mueren y se eliminan naturalmente. Pero este proceso de descamación se realiza a veces de modo irregular y con lentitud, formando una capa de células muertas sobre la piel que impide la penetración de los productos y la correcta regeneración de la epidermis. ¿En qué momento actuamos? Pues, en el minuto de barrido de las células muertas y en el que viene, el de la recepción oportuna de ungüentos que colaboren en el proceso regenerativo para dejar una piel mucho más lisa y pareja, más viva.

Para renovar la piel —esa es la tarea, en el fondo— existe un ritual de belleza que no puede saltarse ni un solo paso, porque los resultados del trabajo completo compensan con creces la inversión de tiempo y de dinero, si es el caso. Limpieza, tonificación e hidratación, como tarea diaria. Y exfoliación cuando sea el caso, generalmente dos veces a la semana.

Los primeros tres pasos son esenciales en el cuidado de la piel. Protegen de las agresiones del medio ambiente y previenen las marcas de expresión.

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