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Durante años, décadas y medidas de tiempo más prolongadas, mujeres, generación tras generación, han luchado y continúan luchando en aras del progreso de género.

Iconoclasta: que no respeta los valores admitidos tradicionalmente.

Algunas, de clase obrera, han dedicado tiempo y esfuerzo propio y de sus progenitores, en cursar estudios universitarios, los cuales les permitieran obtener titulaciones para conseguir un puesto de trabajo que les proporcionara independencia económica, “respeto social”… Pretendiendo ocupar puestos relativos a su titulación han soportado grandes vulneraciones de clase y género, todo ello por alcanzar una meta, cumplir un legado.

Llegado el día en el que el puesto laboral deseado o parejo a lo esperado es alcanzado, miran a su alrededor, y además de ver poco más que un despacho para sí solas, un ordenador de pantalla plana y un letrero, en algunos casos, en el que aparece el mismo nombre que en su DNI acompañado de un Sra. o Dª, pueden observar que no tienen compañeros ni compañeras, que son súbditas de algún especulador, que cuando le place, cuanto menos, le alza la voz y la menosprecia.

No obstante, todo ello es soportable teniendo en cuenta que al finalizar su jornada laboral sus ingresos económicos le van a permitir comprar un anillo de oro, ahora de TOUS, un abrigo de piel, un perfume… Comer algo precocinado o acudir a un “restaurant” porque rechaza cocinar, algo típico de “marujas”, algo no acorde para ella, para una mujer de su “status”, una mujer que ha luchado para tener una talla 36, para obtener un armario digno de envidia, una mujer culturizada que ha interiorizado reglas gramaticales en tres idiomas, y se ha estudiado la vida de cientos de personajes relevantes.

Una mujer que ha preferido las tardes de gimnasio a las tardes de punto y café. Una mujer que no ha vuelto a su pueblo, y sólo esporádicamente a su barrio, pero que conoce prácticamente toda Europa y parte de Estados Unidos.

Una mujer que se identifica con la vicepresidenta del gobierno, con la directora del banco, con la empresaria, con la presentadora del telenoticias… pero no se identifica con su madre, ni con su abuela, ni con su mejor amiga con la que rió y lloró los amores y desamores de la adolescencia y juventud, con la que compartió canciones y libros que la provocaron ese sinfín de emociones, ni con la prima con la que compartió juegos de infancia, ni con la vecina con la que se fumó su primer cigarrillo en el descansillo a escondidas de sus madres, ni con la compañera con la que comenzó su militancia feminista…

No se puede identificar porque ha luchado contra todo su entorno laboral y social para demostrar que las mujeres si podemos, que somos iguales que los hombres, y evidentemente, somos capaces de reproducir los mismos errores que ellos, somos capaces de competir contra nuestros iguales y de renunciar a nuestra clase y condición, pero además de todo eso, somos capaces de muchas cosas más que esa mujer no se ha dado cuenta aún.

Ana Otero
Ana Otero es trabajadora del sector socio-sanitario y secretaria general del sindicato CNT de Villaverde (Madrid)

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