– Aunque no deben tomarse medicamentos sin una previa consulta al médico, es útil tener en casa un botiquín con remedios para casos de necesidad. Este botiquín debería constar de:
Un desinfectante. El alcohol de 96º cumplía hasta no hace mucho esta función; hoy se cree que existen otros medios mejores.
Una pomada para usar en caso de contusiones o distorsiones.
Una pomada para las quemaduras.
Una pomada antihistamínica contra las picaduras de insectos.
Una pomada antibiótica contra eventuales infecciones y pequeñas heridas.
Un analgésico contra los dolores.
Un antipirético contra la fiebre.
Un antiácido contra los ardores de estómago.
– Revisa el botiquín periódicamente: elimina todos aquellos productos, como gotas nasales, antibióticos, etc., que fueron prescritos para una afección precisa.
Estos tratamientos no deben reproducirse sin prescripción facultativa.
Tira los colirios que estén abiertos y los preparados de fórmulas magistrales, pues por lo general no se conservan más allá de 15 días y un mes, respectivamente.
El alcohol de 70 ó 90º, se evapora con facilidad y pierde sus cualidades antisépticas.
No conserves los supositorios comprados en verano, aunque hayas tomado la precaución de protegerlos del calor.
Si se fundieron y endurecieron de nuevo, su principio activo puede haberse concentrado en algún punto y su acción dañar las mucosas.
Entrégalos en la farmacia para que sean destruidos.