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Las cenas colectivas plantean un asunto que puede resultar delicado: la elección de restaurante. No trates de imponer tus preferencias, sobre todo si el local que propones resulta caro; en este caso, y si tanto empeño tienes, siempre te queda el recurso de invitarles a todos… Si no estás dispuesto/a, piensa en que, al margen de otros considerandos, las posibilidades económicas de los participantes serán probablemente dispares y en que también sus presupuestos para la cena variarán notablemente de unos a otros. Escucha, pues, con atención preferente las propuestas de los que tengan menos posibilidades, interprétalas adecuadamente y apoyálas.

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Aunque en algunos ambientes muchas de estas normas se consideren pasadas de moda, conviene conocerlas para no hacer el ridículo si un día nos halláramos en un medio que las respeta.

El caballero correrá la silla de la dama que le acompañe y no tomará asiento hasta que no lo hayan hecho todas las señoras de la mesa.

Es de muy mala educación permanecer sentado mientras las señoras están de pie. Por consiguiente, un caballero se levantará siempre que una de las señoras de la mesa lo haga y esperará de pie hasta que ella vuelva a sentarse.

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Si invitas a cenar a unos amigos al restaurante, pide la nota con discreción. Verifica si está correcta, pero no hagas comentarios sobre si ha salido caro o barato. En el supuesto de que seas tú la invitada/o, no se te ocurra preguntar cuánto ha costado ni tampoco tratar de ver disimuladamente el importe de la nota. Por último, si se trata de una reunión de amigos y vais a repartir los gastos, divide la cantidad total por el número de personas (o de parejas), sin calcular el precio de cada plato o quién ha comido más que quién. Redondea entonces por arriba y acuérdate de incluir la propina en el cálculo.

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En algunos países europeos cada vez son más los restaurantes que tienen prohibida la entrada a los niños en sus locales. No cabe duda de que para muchos padres esta medida ha de constituir una dificultad más a la hora de salir de casa. Sin embargo, no carece de justificación. Los niños tienen tendencia a comportarse igual en todas partes. Por lo tanto, es deber de los padres evitar que corran alrededor de las mesas, griten, jueguen ruidosamente, interrumpan las conversaciones de los mayores, etc. No olvidemos que lo que para nosotros es una “monería” para los demás puede ser un verdadero incordio.

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