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El sedentarismo es, cada vez más, una de las principales características de las sociedades occidentales y de su estilo de vida.



Cada vez hay más personas cuyo trabajo las obliga a estar sentadas durante muchas horas seguidas. Este sedentarismo disminuye nuestro bienestar y aumenta la incidencia de diversas enfermedades crónicas, como cardiopatía isquémica, hipertensión, diabetes mellitus tipo II, obesidad, osteoporosis o cáncer de colon.



La falta de actividad física se muestra cada día más como uno de los factores de riesgo con más impacto potencial en la salud.

Está claramente de mostrado que el ejercicio regular aumenta la longevidad y que frena el desarrollo de numerosas enfermedades, en cierto modo neutraliza los efectos del envejecimiento en nuestro organismo.

Este no tan sólo aumenta la cantidad sino también la calidad de vida, ya que, además, previene de la aparición de problemas en nuestro aparato locomotor y de todos los dolores que de ello se suelen derivar.

Por otra parte, la actividad física nos ayuda a controlar nuestro peso corporal y estimula la secreción de unas sustancias llamadas endorfinas, que mejoran nuestro estado de ánimo y aumentan nuestro rendimiento en todas las actividades que llevamos a cabo.


Actividad Física: Una herramienta básica para sentirse mejor

Sin embargo, uno de los problemas de la inactividad física es que es difícil de medir y, por tanto, de diagnosticar. Para ser definida como actividad física regular y tener incidencia en nuestra salud, se dice que el ejercicio debe hacer que nuestras pulsaciones suban hasta entre el 60% y el 85% de nuestra frecuencia cardiaca máxima teórica (Que se calcula con la fórmula: 220-edad en años = frecuencia máxima) y, además, lo debemos realizar al menos durante media hora 3 días a la semana.



Todas estas ventajas no nos deben llevar, sin embargo, a empezar a practicar cualquier deporte sin ningún control o a aumentar nuestro nivel de actividad física repentinamente, ya que se corre el riesgo de lesionarse, incluso de gravedad. El aumento debe ser paulatino, dentro de las posibilidades y características de cada persona y siempre que sea posible bajo la supervisión de un médico o un experto.

Una buena táctica para ir aumentando nuestro ritmo es el irse marcando metas periódicas respecto al ejercicio que realizamos, peros éstas deben ser realistas y no llevarnos a un sobreesfuerzo que perjudicaría nuestra salud.



Es muy importante mantener la regularidad a la hora de realizar cualquier ejercicio. Por ello es importante mantener la adhesión al deporte incluso tras cambios importantes en nuestro estilo de vida, por ejemplo tras un cambio de domicilio o de trabajo o al acabar un ciclo académico, en el caso de los más jóvenes.

Actividad Física: Una herramienta básica para sentirse mejor

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