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– Suelo aprovechar mis largas vacaciones de verano, pues soy maestro de Primaria, para realizar con otros compañeros, viajes a lugares remotos y desconocidos.

El año pasado estábamos haciendo una ruta por el desierto del Sahara, cuando tuve una experiencia que me transformó interiormente.

Era de noche y yo estaba a punto de dormirme cuando sentí a mi lado la presencia de mi padre, sonriéndome y transmitiéndome sin palabras, un gran cariño.

Fueron sólo unos instantes pero me dejó con una gran impresión, aunque pensé que se trataba de un sueño a pesar de que yo creía que no me había dormido aún.

Pero en mitad de la noche, sonó mi teléfono móvil, y era mi hermana quien me pedía volviera cuanto antes porque a nuestro padre le había dado un ataque al corazón.

No llegué a tiempo de verle vivo, pues su salud no pudo con ese trance y murió a las pocas horas de la llamada de mi familia. Así que mi último recuerdo de él, fue su presencia “espiritual”, en aquella vivencia del desierto.

Ahora, internamente, tengo la certeza de que este mundo es algo más extenso que las dimensiones que damos por “reales”.

Su última visita. Fue su presencia

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