Cada color tiene unas cualidades que les son propias y que les permiten no sólo conferir belleza a un ambiente, sino hacer agradable la vida en él.
Rojo: el rojo es energía, pero también violencia. No hay que abusar de él porque enerva.
Amarillo: desprende luz, calor y alegría. Aviva las facultades intelectuales y la emotividad.
Azul: frescor, claridad y ensoñación. Tranquiliza, incita a la evasión y a la fantasía.
Verde: es el color antiestrés, simboliza lo natural, la salud y la limpieza. En un tono intenso, descansa; en uno claro, refresca.
Blanco: calma y pureza, realza los objetos, las formas y los colores.
Negro: sinónimo de tristeza, permite, no obstante, cuando se lo emplea en superficies pequeñas, que los restantes colores destaquen más. Aporta una nota de calidad y elegancia.