Perder los nervios en un momento dado, o decir algo que no se quería decir, son hechos que vive la mayoría de la gente de una manera más o menos reiterada. ¿Y quién no se ha sentido en algún momento invadido por un sentimiento que lo asedia y obsesiona?
La máxima que afirma que cada uno es dueño de sí mismo, es solo verdadera hasta cierto punto. Muchas situaciones embarazosas y malos ratos podrían haberse evitado si aquellas palabras no se hubieran pronunciado, si aquel gesto no se hubiera realizado, o si aquel pensamiento incómodo no acudiera a la mente continuamente y en el momento menos adecuado.
El autocontrol, se presenta como esa arma que ayuda a actuar de la manera que se desee, dominando a ese otro yo impulsivo e irreflexivo que en tantas ocasiones puede llegar a traicionar y dominar el subconsciente.
Controlarse a uno mismo
Expresar lo que se quiere y en el momento que más conveniente se crea; es tarea personal aprender a no perder los nervios o las formas; no es solo facultad de personas con un temperamento frío y calculador. Se trata simplemente de anticiparse a los instintos inconscientes. Aunque haya situaciones que produzcan crispación y sean propicios a una pérdida de los papeles, hay que aprender a controlar las situaciones en todos los ámbitos de la vida cotidiana.
El autocontrol, tampoco equivale a hacer de tripas corazón, lo que se pretende, es llegar a ser más racional, más uno mismo, sin tener que recurrir al arrepentimiento de los propios actos. Este autodominio, no debe solo pretenderse como un comportamiento de cara a la galería, o como una actividad a través de la cual ganar en el ámbito social. Se debe querer llegar a este control, como una herramienta que beneficia el comportamiento propio, en pos de la propia satisfacción, ya que se trata de un control que afectará incluso a la personalidad.
Control de emociones y sentimientos
Los cambios de humor son uno de los ejemplos de lo poco que se controlan los sentimientos, ya que son éstos los que producen la variación pese a ser generados por uno mismo. Tratar de razonar con ese otro yo, parece una buena solución, para hacerle saber que él, no puede hacer nada sin nuestro consentimiento. Intentar pararle los pies a través de razonamientos más amplios que el simple es que no lo soporto, o el no permitirle exteriorizarlo, es un buen primer paso.
Las emociones son otro de los factores que cuesta dominar. Como si de un automatismo se tratara, se recuperan sensaciones acaecidas bajo situaciones de especial tensión, la mayoría de las veces contra la propia voluntad. Un buen truco consiste en dedicarle a ese recuerdo un momento exclusivo de reflexión, con el fin de agotarlo y que en los momentos que no se desee, sobrevengan dudas o dar vueltas sobre un mismo acontecimiento.
Otro de los procedimientos es buscar un estímulo que corte de raíz ese automatismo, un decirse a uno mismo, Basta ya de pensar en esto, e intentar derivar esa obsesión en cualquier otro tipo de actividad mental.
Apueste por la relajación
Lo que cada uno piensa y siente, repercute directamente en su comportamiento, y viceversa. Un análisis de estos componentes, hará más sencillo lograr el autocontrol, debido sobre todo, a que las acciones pueden variar y orientar los pensamientos y sensaciones.
La relajación es otra de las vías de acceder a los propios sentimientos de una manera más reflexiva y sensata. No es suficiente con decirnos a nosotros mismos una o otra vez, que no volverá a suceder, hay que desearlo de verdad y dedicarle el tiempo necesario. Conocer mejor ese “pronto”, que en determinados momentos, puede hacer perder el control sobré uno mismo, es la mejor forma de controlarlo.