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Todos los seres vivos pueden beneficiarse al recibir una cuota extra de esta energía que, en realidad, es la que nos mantiene vivos a cada momento.

El practicante o canal actúa como un nexo entre la fuente original de esa energía y quien la recibe.

Reiki ingresa en el practicante por el chakra corona y fluye a través de los sutiles canales del cuerpo para pasar al receptor a través de las palmas de las manos.

Normalmente una sesión se extiende por alrededor de 60/90 minutos.

Se nos pedirá que nos recostemos cómodamente sobre una camilla o una manta en el suelo, vestidos con ropas cómodas que no presenten estrecheces ni presiones.

En una primera etapa el practicante tratará nuestra cabeza, rostro, pecho, abdomen, deslizando sus manos y demorándolas en cada sitio a fin de que la energía vital pueda fluir hacia donde más la necesitemos.

Recordemos que uno de los atributos de Reiki es ser naturalmente inteligente, lo cual asegura que irá a restablecer el normal flujo de energía en la medida o dosis necesaria.

Luego nos indicará recostarnos boca abajo para tratar la zona posterior del cuerpo, haciendo especial hincapié en la columna vertebral.



Reiki no es un masaje, en el sentido habitual de la palabra.

No usa presiones, maniobras bruscas, ni tirones.

La sesión es absolutamente confortable y durante ella muchas personas pueden incluso llegar a conciliar el sueño.

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