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El recién nacido se comunica principalmente a través del llanto. Durante los primeros meses de vida, es un hecho normal y fisiológico y el único recurso que tiene el niño para poder manifestar sus necesidades y emociones. Cuando tiene hambre, frío o se siente molesto, el bebé lo comunica llorando. Sin embargo, también puede ser un síntoma fundamental de ciertas enfermedades, al que hay que estar atentos.
En los niños pequeños, las causas del llanto son -como decíamos- múltiples, por eso, no siempre es fácil darse cuenta de lo que les ocurre. Sin embargo, poco a poco y con el paso de las semanas, los padres aprenderán a reconocer su significado, interpretando y distinguiendo las causas, que según líneas generales pueden ser: El hambre, la angustia, dolor, protesta, aburrimiento, Incomodidad, sensaciones térmicas.

A pesar de estas líneas generales, hay bebés que lloran más que otros ya que en la medida en que el bebé crece, también lo hace la relación que los padres tienen con él. Factores como la tranquilidad de los adultos también influyen, pues el nerviosismo del padre o de la madre se puede contagiar al bebé. El equilibrio entre salir corriendo ante el primer llanto o dejarlo llorar un rato también es importante, aunque la creencia popular de que llorar es sano y fortalece los pulmones es un mito que conviene desterrar. Un bebé que es atendido siempre que llora aprende a confiar en sus padres y posiblemente, llorará menos con el paso del tiempo. Existen algunas ocasiones en las que el llanto no responde a ninguna causa aparente. En esos casos, algunos rituales pueden ayudar a tranquilizar al bebé: acunarlo, cantar una nana, ponerle el chupete, música tranquila, dar un paseo… Si, aún así, el llanto persiste, lo mejor será consultar al pediatra ya que puede ser que esté enfermo.

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