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– A mi me sucedió algo curiosísimo, que finalmente me resulta muy hermoso.

Un buen día, tan ordinario, me dirigía a mis clases de maestría, para lo cual debía abordar el metro de la Cidudad de México.

Fue en la estación de Centro Médico. Ya habíamos esperado un poco, y la desesperación se veía en cada una de las miradas de los transeúntes. Llegaba el metro y yo me acerqué creo que un poco más allá de la línea amarilla, sin intención alguna de quitarme la vida ni nada por el estilo, cuando me percaté que al tiempo que el vagón venía hasta mí se encontraba una pequeñita como de 6 o 7 años, rubia, pero mugrosa y harapada, voltenado su carita hacia mi y sonriéndome.

Tenía una mirada dulce, como la de cualquier niño travieso, al instante se abrieron las puertas y yo la empujé con mis manos suavemente para que entraramos al vagón, sólo di tres o cuatro pasos, para poder alcanzar el tubo y afianzarme, al mismo tiempo con la mirada recorrí todo el vagón para buscar a la niña que había entrado conmigo….pero no estaba.

Reflexioné y pensé que había sido un ángel, que quiso saludarme y dejarme una sonrisa aunque fuera por el resto del día…..

Un ángel parte del paisaje urbano

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