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La mujer, al igual que el hombre, es un ser humano. Hay que seguir luchando por disminuir la brecha de desigualdad, pero la lucha por la emancipación de la mujer es la lucha por la liberación de todos

Sí, hay que hablar más sobre la mujer a partir del análisis que hice sobre el film Sukkar Banat, una de las cintas más hermosas que he visto y donde su banda sonora contribuye de manera decidida a la comprensión de la sencillez de las relaciones humanas, acentuando su poesía y su deleite. La escena en que Layal habla por teléfono con su amante y el policía la observa y habla sin ser visto por ella es un momento antológico del arte cinematográfico.

La canción y la escena con que termina esta magnífica película es sobrecogedora. La clienta se ha cortado el pelo, ¿qué sucederá en su casa? No lo sabremos. Todo el film rehúye la posible tragedia. Es un llamado a la esperanza. Dice la canción: “espejo mío, dime quién soy.” Y la chica ríe feliz con su pelo recién cortado. ¡Cuántas cosas hay que cortar para la emancipación completa de la mujer! Hay que cambiar toda la sociedad, hay que cambiar el mundo.

Caeríamos en una simplicidad si creyéramos que la peli sólo nos habla de la mujer árabe, libanesa. Es increíble el enorme trecho que todavía debe recorrer la mujer para alcanzar todo el esplendor de su identidad, aún en Occidente. El caramelo de la depilación oriental es un trago dulce y amargo que todavía no alcanzamos a probar del todo. La peli prefiere suavizar la rebeldía. ¿Para qué más guerras? Pero en su final, comienza. Algo se ha cortado. Ninguna sociedad puede pretender trasladarle su estadío a otra. Cada sociedad está en el suyo y éste debe ser respetado. Sólo mensajes deben enviarse, y siempre de paz. Es la mejor contribución.

Durante todo el film la procesión, no la social o folklórica que entra en el salón de belleza, la procesión íntima, ulcerante, que recorre las distintas historias, está escondida en las entrañas de cada personaje, y no sólo en los femeninos, sino también en los masculinos. Tanto el policía enamorado de Layal como el novio de Nisrin son pasto del mismo sufrimiento: ambos también deben esconder sus rebeldías, sus identidades, a pesar de la inmensa satisfacción con la que el policía sale transformado de la peluquería. Todo podría sintetizarse en Lilí: sus cartas de amor son los papeles tirados en el suelo, la más completa locura. Basada esta historia en una real, ¿qué falta por entender? Sólo que en la peli no se nos dice que cuando joven Lilí fue impedida de acceder a estas cartas, y cuando se las dieron_porque se las guardaron, para mayor crueldad_, ya el enamorado francés había desaparecido.

Así pasa con múltiples aspectos de la mujer. Sencillamente es una identidad mutilada y debe callar_hasta es aceptable la locura_. O cantar, como hace Rima durante la boda de Nisrin, cantar una de las canciones de amor más bellas de cuantas se han compuesto, precisamente cantada por Rima, aquella mujer que no por ser diferente deja de ser persona, ese ser humano maravilloso que posiblemente jamás pueda disfrutar del amor, pero que bien le canta, aunque se disfrace. No importa, la misma novia ya dijo anteriormente “¿Quién no miente?”

Pues mientras no podamos cambiar este mundo que tiende a ahogarnos a todos, VIVIREMOS EN LA MENTIRA. Tal vez sea una forma para que nos demos cuenta de que todo debe ser cambiado, porque lo único hermoso que tiene que ver con la humanidad, lo que la distingue del resto de los animales, es que ríe. Ríamos mientras vamos cambiando el mundo, aunque sea mintiéndonos. La propia mentira puede ser una excelente terapia y hasta un camino de esperanza, el único camino que hay que recorrer. Al final encontraremos la verdad.

Andrés Marí

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