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Mensajes subliminales

 

A muchos de nosotros nos cuesta trabajo decir las cosas en forma directa. Con frecuencia nos falta claridad acerca de lo que necesitamos, queremos o esperamos.

 

Así que cuando tenemos que decir algo incómodo, le damos vueltas al asunto, lo evadimos, lo posponemos o lo expresamos a través de mensajes ocultos.

Pero ¿Qué son los mensajes subliminales? ¿Cómo utilizamos estos mensajes ocultos?

Si escuchamos bien a través de las historias que contamos con frecuencia, dejamos entrever nuestro talón de Aquiles, así, cuando tenemos algún tipo de inseguridad, los mensajes ocultos son excelentes mecanismos de defensa.

Algunos de los mensajes ocultos más utilizados son: Qué buena soy, qué bueno soy (pero tú no), qué bueno eres (pero yo no), ¡cómo sufro!, yo no tengo la culpa, soy muy fuerte, soy frágil, yo sé todo.

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Veamos algunos de éstos:

1. ¡Cómo sufro! Este es el mensaje de la víctima. Las historias que cuenta se enfocan en la injusticia, la mala suerte, el abuso y demás. Hablan de alguien desvalido que trata y trata, pero no puede, y que resiste sin esperanza o remedio alguno. Con estos relatos, implícitamente se dice: “no me pidas que haga algo, porque no puedo o no tengo la culpa”. Las injusticias que sufre van más allá de cualquier solución.

Este mensaje se utiliza para disfrazar o disculpar, consciente o inconscientemente, por ejemplo, un mal desempeño en el trabajo. En una relación de pareja, si algo falla entre los dos, la persona que juega el papel de víctima tira, uno a uno, los argumentos que el otro esgrime para encontrar una solución. Así, la víctima revalida su sufrimiento ¡y de algún modo siente que gana!

Una versión clásica del mensaje ¡cómo sufro!, es: ¿por qué siempre me tiene que pasar a mí? Hay quien anda por la vida con unos lentes con los que sólo puede ver las cosas malas que le pasan por enfrente. Y si éstas son mínimas, la persona se encarga de hacerlas grandes e importantes.

La finalidad: el mensaje de ¡cómo sufro!, es ideal para evadir nuevas y temidas soluciones o para aceptar una pena que, de otra manera, requeriría una toma de decisión que implique un cambio de vida. Decir o pensar “es que soy feo, estoy enferma, soy muy nerviosa”, son excelentes pretextos que ayudan a posponer el cambio indefinidamente.

Cuando el mensaje es en pasado, ¡cómo sufrí!, funciona de maravilla para conquistar al sexo opuesto. Ambos se intercambian historias de horror para referirse a la pareja anterior, lo cual sirve para construir lazos y conectarse mutuamente: ¡cómo sufrimos!

2. Soy fuerte: Usamos este mensaje cuando somos adictos al trabajo o manejamos una agenda de cien asuntos a la vez. En cualquier conversación es típico soltar los miles de cosas que hicimos o estamos en proceso de hacer. Cansamos a nuestro escucha con sólo recitarle los pendientes, los detalles y el esfuerzo que nos costó sacar cada asunto adelante; nuestro mensaje señala que somos fuertes y trabajamos más intensa y rápidamente que cualquiera. La respuesta que esperamos es la admiración y la seguridad de que no seremos criticados, además, la gente no nos pedirá mucho porque estamos ¡tan ocupados!

¿Para qué nos sirven?

Los mensajes ocultos sirven para dos cosas:

La primera es para construir y mantener una posición actual, una postura en el mundo, una máscara.

El mensaje oculto se convierte en una estrategia para lidiar con alguna inseguridad que tengamos, por ejemplo:

-Para reafirmar lo mucho que valgo como persona, utilizo el mensaje: qué buena/o soy, y cuento historias que reflejen lo honesta/o, lo trabajador/ra y lo leal que puedo ser.

-Quizá necesite robarle un poco de valor al otro para resaltar el mío, entonces utilizo el mensaje Qué buena/o soy (tú no) y mis historias devalúan al otro y resaltan lo bien que hago las cosas, lo clara/o que es mi forma de pensar y la razón que tengo en todo.

-Si quiero encubrir mi vulnerabilidad, me protejo con mensajes tipo: Yo sé todo, Soy muy débil o Soy muy fuerte.

La segunda función de los mensajes es promover otros motivos o necesidades diferentes a los que se dicen textualmente, por ejemplo:

-Si quiero hacer amistad con alguien y no sé cómo hacerlo, puedo halagar a esta persona y utilizar el mensaje: qué buena/o eres (pero yo no).

-Puedo pedir, indirectamente, ayuda o consuelo desde la postura de ¡cómo sufro! o soy muy débil.

-Podemos también disculpar de antemano nuestras fallas con el mensaje oculto de soy inocente, yo no tengo la culpa.

Sin duda, los mensajes ocultos nos sirven para adaptarnos o para lograr un propósito pero, al final, terminan aislándonos porque nos impiden sentir el gran alivio de ser conocidos y aceptados tal y como somos.

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