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Las obreras de la vid, las del ajo, las de la aceituna, trabajamos en las peores condiciones, al rayo del sol, con las altas temperaturas del verano que superan los 40º C, sin agua, sin baños.

Desde hace más de 70 años Mendoza festeja con gran majestuosidad la fiesta de la Vendimia , el Estado provincial este año gastará más de 10 millones de pesos para beneficiar a grandes empresarios vitivinícolas que hacen marketing con esto, para “festejar” que en la tierra del sol y del buen vino se explota a las familias con sus niñas y niños.

La provincia elegirá como representante de esta hipocresía, ante el país y el mundo, a la Reina Nacional de la Vendimia, la cara bonita de una joven mendocina que deleitará al mundo con su belleza y los finos vinos de exportación. Ella será una joven que poco y nada tendrá que ver con nosotras, las que trabajamos en los campos donde se cultiva la uva.

Las obreras de la vid, las del ajo, las de la aceituna, trabajamos en las peores condiciones, al rayo del sol, con las altas temperaturas del verano que superan los 40º C, sin agua, sin baños. Muchas de nosotras tenemos que llevar a nuestros pequeñas hijas e hijos a cuestas, porque no tenemos con quien dejarlos, improvisando cunas en cajones de plástico.

Nuestras hijas e hijos quedan expuestos al peligro de las víboras, las arañas, los pesticidas y a incontables horas bajo el sol. Con apenas pocos años, muchos se ven obligados a trabajar a la par nuestra.

Nosotras somos mujeres que, desde niñas, hemos visto cómo nuestras manos se endurecían por la brutalidad del trabajo en el campo, cómo nuestras caras se agrietaron por el intenso sol, el viento, el frío

Las que desfilan en la Fiesta de la Vendimia, las que luego recorrerán el mundo mostrando el fruto de tan esclavizante trabajo, son jóvenes a las que las incitan a soñar falsamente que podrán tener un futuro mejor, gracias a su belleza. Sometidas a dietas y rutinas físicas para lograr cuerpos delgados, estas jóvenes juegan por un rato a ser las reinas cuyo bello rostro representará esos productos que salieron de la explotación de miles de obreras como nosotras.

Toda la vida hemos sido esclavas.

Nuestras madres lo fueron, tanto como nuestras abuelas. Sin embargo para muchas de nosotras ya nada volverá a ser igual, hace más de un año, en noviembre de 2007, nuestras compañeras de Campo Grande comenzaron a luchar. Pero los grandes empresarios del país fueron con nuestro patrón a la comisaría y desde ahí llamaron a sus amigos del poder político y judicial.

A las pocas horas, sufrieron una brutal represión; pero ni las armas, ni el cordón policial que se les venía encima las hizo retroceder. Ese día encendieron sus voces para poder ser oídas. Ser miles para conquistar nuestros derechos.

Hoy seguimos llamando a todos nuestros compañeros y compañeras trabajadores, ajeros, aceituneros, peones y obreros del campo a organizarnos por nuestros derechos. Las obreras mendocinas y nuestras hermanas “golondrinas” que vienen de Bolivia, de Chile y de otros lugares recónditos.

La clase trabajadora no tiene fronteras.

Hoy estamos organizando nuestro sindicato: una herramienta para conquistar nuestros derechos. ¡No nos volverán a imponer que nuestros hijos no puedan tener derecho a otro futuro! No han podido apagar nuestras voces, no han podido hacernos claudicar.

Porque el cansancio, la frustración y el dolor no nos amedrentó.

Porque jamás negociaremos el futuro de nuestras hijas e hijos, ni la hermandad con las trabajadoras y trabajadores del campo y la ciudad.

Porque no sólo exigimos el pan, sino también las rosas es que hoy decimos que es necesario que miles de mujeres trabajadoras nos organicemos para conquistar nuestros derechos.

Silvina Guevara

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