Linda Hamilton nació bajo la influencia del Signo Zodiaca Libra. Regida por Venus, es, potencialmente, el signo más “femenino” de los doce: no podemos olvidar que, tanto el planeta como la diosa, representan la feminidad y la fertilidad de la mujer, además del placer sexual. Sin embargo, el color que se asocia a las mujeres Libra es el que la tradición occidental ha asignado al hombre: el azul, aunque les conviene también el verde y el gris.
Linda Hamilton a basado su vida, en la búsqueda constante de su otro “yo”, no se conforma con “aparentar”, quiere en todo momento convencer que practica lo que predica, al menos en la parte emocional, es muy dada al romanticismo, dulzura y se involucra en la relación amorosa, apostando por sacarla adelante, aunque haya que sortear todos los inconvenientes que se le presentan en el camino.
Linda Carroll Hamilton nació en Salisbury, Maryland, el 26 de septiembre de 1956, es una actriz estadounidense. Realizó el papel más notable como Sarah Connor en las películas The Terminator y Terminator 2: Judgment Day, así como en otras películas. También ha protagonizado series de televisión como La Bella y la Bestia.
Aunque de pequeña Linda Hamilton pensó en ser una famosa arqueóloga, con el tiempo se dio cuenta que la interpretación era lo que realmente le gustaría hacer. Linda Hamilton comenzó trabajando con niños en un grupo de teatro en su ciudad natal y tras pasar algunos años tomó clases de interpretación en el Washington College en Chestertown (Maryland), posteriormente se abrió camino hasta llegar a Nueva York y estudiar en el famoso instituto de teatro Lee Strasberg, que le sirvió de ayuda para buscar su lugar en Hollywood. Los primeros papeles de Linda Hamilton fueron para la televisión y poco importantes.
Su gran oportunidad llegó con una película que suponían que no tendría mucho éxito y que no duraría mucho en las salas titulada The Terminator, Terminator en España y México y El Exterminador en el resto de Hispanoamérica. Su papel era el de una mujer que debía huir de un androide, interpretado por Arnold Schwarzenegger, que debe impedir el nacimiento de su hijo John Connor, que será el futuro líder de la resistencia humana y salvaría al mundo. La película fue un éxito de taquilla y su papel muy llamativo, hasta tal punto que 6 años después lo volvió a interpretar cambiando de tal forma el personaje que la bautizaron como la heroína favorita de Hollywood.
En 1983 se casó con el actor Bruce Abbott, al que conoció durante el rodaje de la serie 'King Crossing', y del que se divorció en 1989. Hamilton ha reconocido que su enfermedad marcó su convivencia con Abbott, al que, afirma, llegó a agredir verbal y físicamente en diversas ocasiones.
Durante el rodaje de 'Terminator 2', se enamoró de James Cameron, que por entonces estaba casado con Kathryn Bigelow.
El director se divorció e inició un turbulento romance con Hamilton repleto de rupturas y reconciliaciones. En 1993 tuvieron su primera hija, Josephine (segundo embarazo de Hamilton, quien en 1989 dio a luz a Dalton, su primogénito, fruto de su relación con Bruce Abbott), y en 1997 pasaron finalmente por el altar. Pero a que mismo año, durante el rodaje de 'Titanic', Cameron le puso los cuernos con la actriz Suzy Amis.
Tras la avalancha de Oscars de la película, Hamilton descubrió la infidelidad y partió peras con el director, en uno de los divorcios más caros de la historia por el que la actriz percibió 50 millones de dólares.
Perdí 20 años de mi vida, de los 20 a los 40. Yo los llamo mis años perdidos. Cuando estaba eufórica eran tiempos brillantes. No necesitaba dormir. Creo que estuve cuatro años durmiendo 4 horas por noche. Y me despertaba genial. Pero no todo eran buenos sentimientos. Acumulaba un montón de rabia, que creo que formaba parte de mi desorden. La capacidad para luchar, pelear, tener todo y a todos bajo control… y la rabia que sentía porque mi sistema estaba agotado. Y en mis momentos más bajos, me sentía como hundida en un pozo del que no podía salir.
Con estas palabras, la actriz Linda Hamilton confesó, hace ya trece años, que sufre un transtorno bipolar de la personalidad que ha condicionado su vida. Fueron dos décadas infernales hasta que Hamilton encontró un diagnóstico y, en consecuencia, un tratamiento adecuado para mantener la enfermedad a raya. Una enfermedad que, no obstante, no le impidió cumplir su sueño de convertirse en actriz.