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– La única forma de que los quesos conserven su aroma propio el mayor tiempo posible es guardándolos por separado unas clases de otras y en recipientes herméticos.

– Queso en láminas: no quites el papel que separa las láminas entre sí porque si lo haces se pegarán. Consérvalas en un recipiente o envueltas en papel de plata.

– Quesos duros en porciones: los quesos duros necesitan aire. La temperatura que mejor les va se halla entre los 10 y los 15º, por tanto no es necesario que estén en la nevera; envuélvelos en un paño o en un papel perforado. El parmesano es un tipo de queso que soporta perfectamente largas estancias en la nevera.

– Quesos blandos: déjalos preferentemente en su envoltorio de origen, y si no, en un recipiente cerrado o envuelto en papel de plata en un lugar fresco. Cuando un camembert no está todavía maduro, lo mejor es que lo dejes que madure en un lugar fresco, pero no en la nevera.

– Queso rallado: guárdalo en lo posible en un recipiente, pero contrólalo con frecuencia, pues tiene tendencia a formar moho.

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