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– Si unos guantes oscuros destiñen, frótalos con un paño mojado en alcohol de quemar para remediarlo.

– Si tienes que zurcir el dedo de un guante, introduce una canica en su interior.

– Los guantes de piel clara se limpian empapándolos en gasolina y cubriéndolos luego con talco. Repite el proceso si es preciso.

– Para librar guantes y esponjas de restos de jabón, empápalos en agua caliente, vierte potasa en abundancia y aclara bien.

– Cuando manipules rosas, ponte guantes de jardín para no pincharte con las espinas.

– Zurcirás fácilmente el dedo descosido de un guante si previamente introduces en él un dedal.

– Empapa un paño en leche con un poco de amoníaco y frótalo con un poco de jabón. Así podrás limpiar los guantes de piel blanca.

– Un champú para cabellos delicados puede servirte para lavar tus guantes de piel lavable. Deja secar al aire libre.

– Los guantes de piel que perdieron brillo pueden recuperarlo si los frotas con la parte interna de la piel de un plátano.

– Si los guantes de piel pueden lavarse, añade al agua un poco de glicerina; de esta forma la piel conservará mejor su elasticidad. En el supuesto de que no lo fueran, límpialos con un algodón humedecido en éter.

– Unos guantes de piel que se te hayan quedado pequeños puedes recuperarlos de la siguiente manera: envuélvelos en una toalla húmeda hasta que los guantes se hayan contagiado de la humedad. Póntelos entonces y llévalos hasta que se sequen por completo. Límpialos después con un producto para el cuidado de la piel.

– Lava los guantes de lana en agua templada y con un detergente específico para lana. Luego los aclaras en agua tibia y te los pones para que recuperen su forma antes de ponerlos a secar sobre una superficie plana cubierta con una toalla.

– Para limpiar los guantes de piel, calienta en el horno a temperatura suave una pequeña cantidad de serrín. Luego sumerge los guantes en él, como si fuera agua, y frótalos con las manos hasta dejarlos limpios.

– Si los guantes son lavables póntelos y frótalos en agua jabonosa, con los mismos gestos que si estuvieras lavándote las manos. Sécalos con una tolla y luego te los vuelves a poner para que conserven la forma de la mano.

– Para que los guantes blancos no se pongan amarillos, guárdalos en una caja envueltos en papel de seda.

– Para que unos guantes lavables de piel conserven su suavidad, lávalos en agua tibia y acláralos en agua con vinagre.

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