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Si tus invitados se presentan con una caja de bombones, ábrela de inmediato y déjala a la vista para acordarte de sacarla con el café. Si fueran flores lo que traen, mientras tu marido sirve el aperitivo, aprovecha para ponerlas descuidadamente en un jarrón a la vista. Si las flores llegaron antes que ellos, las pondrás en un florero en un lugar destacado de la casa, de forma que puedas llamar la atención de los invitados sobre ellas para agradecerles su envío.

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Un regalo sorpresa o una invitación a un restaurante es un modo de darle una alegría a alguien; pero hay otras formas. Y el que se siente espléndido demuestra que se divierte más con el dinero de lo que lo hace el avaro que cuenta día a día sus monedas. Pero la esplendidez también tiene que tener unos límites. Y cuando se superan, se corre el riesgo de ser utilizado o de despertar sospechas. Recapacita sobre los motivos de tu esplendidez: ¿es cierto que sólo tratas de proporcionar una alegría a los demás o también interviene ahí el miedo a no ser estimado o aceptado?. Si es así, debes comprender que la simpatía no se compra. Quien se estima a sí mismo no admite que sus sentimientos dependan de obsequios costosos.

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Cuando se recibe un regalo, nunca debe dejarse el paquete de lado con la intención de abrirlo posteriormente; los paquetes se abren siempre de inmediato y en presencia de quien nos hizo el regalo.

Para agradecerlo basta con una sonrisa y un sencillo “muchas gracias”; no abrumemos a la persona que nos lo ha hecho con expresiones excesivas que la hagan sentir violenta y, sobre todo, evitemos hacer referencia alguna a su valor material.

Si lo que estamos recibiendo es una serie de regalos de diferentes personas, es obligado detenerse en cada uno de ellos el tiempo necesario para que todos y cada uno de los objetos se distinga de los demás y no quede ensombrecido por cualquiera de los restantes. En este caso, pondremos especial atención en destacar los regalos más modestos.

Si el obsequio no es de nuestro gusto o esperábamos otra cosa, haremos lo imposible por controlar nuestras reacciones: quien nos está haciendo el regalo no debe ni sospechar nuestra desilusión.

Si recibimos un regalo en presencia de varias personas, seamos discretos/as: quizás algunas de ellas no nos hayan hecho regalo alguno y pudieran sentirse humilladas o violentas por la situación.

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