Sarampión reciente, rubeola o diversos tipos de gripe.
Tratamiento con inmunosupresores, como en el cáncer, o después de un trasplante de órgano.
Mala alimentación.
Enfermedad reciente que haya disminuido las resistencias.
Epidemia de meningitis. Esta enfermedad se hace más virulenta al extenderse de persona a persona.