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Los cereales forman parte esencial de la
dieta humana desde la revolución neolítica, hace aproximadamente 10.000
años. La facilidad, rapidez y bajo coste de su cultivo, recolección,
transporte y almacenamiento explican su presencia en todas las cocinas
del mundo: no hay pueblo de nuestro planeta que no haya usado trigo,
arroz, avena, cebada, maíz, mijo…

Sin embargo, los cereales no son un alimento tan ideal para el consumo humano como pudiera parecer.
No pueden ser digeridos crudos, al cocinarlos, pierden su equilibrio nutricional, tienen un alto contenido en ácido fítico, carecen de minerales alcalinos, provocan un exceso de acidez intestinal, presentan un alto contenido en almidón.

Por ello los cereales deben consumirse de la siguiente manera:

Combinarlos siempre con verduras no feculentas

Combinarlos con alimentos ricos en minerales alcalinos

No mezclar nunca diferentes tipos de cereales

Consumirlos germinados o en estado de pequeños brotes

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