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Muchas veces no sabemos distinguir cuáles
son las diferencias entre una dieta vegetariana, macrobiótica o naturista. Aquí te damos
las claves para reconocerlas y para que puedas evaluar cuál es la que más te conviene.

La buena salud depende en un 80 por ciento
de una sana alimentación. Se sabe que en China, por ejemplo, hay personas que llegan a
vivir cerca de 200 años. “Somos lo que comemos”, dicen los chinos. Cuánta
verdad encierra esta frase.

Está científicamente comprobado que
muchas de las enfermedades que ponen en serio riesgo la vida del hombre actual tienen
mucho que ver con la pésima calidad de comida que forma parte de nuestro menú diario. El
exceso de hidratos de carbono y grasas, más los dudosos aditivos con los cuales se
conservan la mayoría de los alimentos, han hecho -generación tras generación- perder la
natural armonía del cuerpo humano. Y esto también abarca el plano estético. El
superfluo y abundante tejido adiposo, producto de tantos desajustes, no sólo terminó por
poner en peligro la salud, sino, que depositado en diferentes zonas de la anatomía, ha
alterado el correcto equilibrio de su forma.

Basta remontarnos a nuestros orígenes de
primates, donde fibrosos músculos permitían a aquel mono lucir una agraciada silueta,
para añorar los tiempos pasados. Es válido aclarar que, por entonces, las frutas de
manera exclusiva formaban la base de la alimentación. Luego descubrimos el fuego y, amén
de usarlo para darnos calor, comenzamos a utilizarlo para cocinar.

Esto hizo que algunos pueblos además de
suprimir las frutas, empezaran a incluir la carne animal en sus dietas. Otros, en cambio,
prefirieron -debido a sus creencias religiosas o, quizás, a una sabiduría innata- no
apartarse del reino vegetal para procurarse la comida; los chinos, los hindúes y
japoneses, por ejemplo. Naturistas, vegetarianos y macrobióticos son los directos
descendientes de aquellos inteligentes gourmets, quienes, en los umbrales de la humanidad
misma, optaron por un estilo de vida que les permitió con el correr de los siglos
alcanzar límites de longevidad bastante infrecuentes en otras culturas.

Tres dietas que prolongan la vida

Una correcta alimentación debe estar
formada por cinco elementos fundamentales. Hidratos de carbono (fuente de energía,
también como azúcar, motor para la actividad cerebral), proteínas (con las que se forma
la masa muscular), minerales, vitaminas y oligoelementos (cobre, zinc, selenio…),
pequeñas partículas que sumadas a los nutrientes anteriores son indispensables para el
buen funcionamiento de nuestro organismo. Es válido aclarar que todos y cada uno de ellos
se encuentran de manera generosa y abundante en el reino vegetal. Y es allí de donde
extraen los fundamentos alimenticios de estas sabias cocinas milenarias.

Naturista

Esta dieta se basa únicamente en todo
aquello que nos ofrece el reino vegetal y no permite ningún tipo de carne. Evita la
cocción de la mayoría de los alimentos que la integran, los que por otra parte son ricos
en enzimas. Estas son las que permiten una correcta digestión.

El frugivorismo es el naturismo en su mayor
pureza. Muy restringido, por cierto, está formado exclusivamente por frutas, naturales y
secas. Por su parte, la dieta naturista propiamente dicha abarca todos los alimentos que
forman el mundo vegetal: verduras, frutas -naturales, secas y disecadas-, semillas,
cereales y leguminosas.

Vegetariana

Existen tres tipos distintos: la
ovoláctea-vegetariana, la lactovegetariana y la vegetariana. Todas permiten la cocción
de los alimentos.

La ovoláctea-vegetariana es aquella en la
que se incluyen vegetales de todo tipo, lácteos -en pequeñas cantidades- y huevo.

La lactovegetariana, también llamada
ayurbeda, tiene propiedades curativas y más de 5.000 años de antigüedad. Su origen es
la India. Los ayurvedas se alimentan con leche, yogur y panir (una clase de queso de
origen hindú hecho a base de leche) y toda la gama de los vegetales. También utilizan
las especias. Por supuesto, el huevo queda excluido de este tipo de cocina.

La vegetariana, a secas, descarta los
lácteos en todas sus variantes y también los huevos. Verduras, cereales, frutas,
legumbres y semillas son sus alimentos base.

Macrobiótica

Macrobiótica quiere decir vida grande, y
nació hace diez mil años en la China con la dieta Chian Min. Luego, también, fue
adoptada por Japón. Esta cocina, en la que todos los alimentos se consumen cocidos, está
integrada por pocas proteínas, abundante cantidad de cereales y vegetales (cocinados o
hechos en forma de picles, de esta forma ricos en enzimas). También por algas, pocas
semillas, ya que contienen mucho aceite, huevos y cierto tipo de carnes. Estos dos
últimos alimentos, en pequeñas cantidades.

Los huevos deben ser orgánicos, es decir
de gallinero, y las carnes permitidas son las de algunas aves de corral (pato, ganso,
pollos, etc., criados de manera orgánica) y de peces de mar profundo (atún, caballa,
salmón, pollo de mar…).

Si bien utilizan especialmente el vapor
para la cocción de los alimentos, también recurren a la fritura. Desde luego, el único
aceite que utilizan es el de oliva, primera presión en frío. Aunque después, y casi
inmediatamente tras la ingesta del frito, comen nabo rallado con limón para arrastrar las
grasas, a nivel intestino delgado, y de esa manera evitar que las mismas sean absorbidas
por la sangre.

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