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– Era el 12 de diciembre del 1999, y había una gran excitación por la fiesta de la la Virgen de Guadalupe.

Mi madre, que ya tenía 11 meses en un estado muy delicado, ese día se encontraba muy bien. No estaba desvelada ni cansada, como era lo usual. Se preparaba para su próxima internación en el hospital, pues sus pulmones se llenaron de agua y eso le dificultaba la respiración. No sé si ella ya sabía o presentía algo pero ese día habló con todos nosotros. Nos dijo que esta situación ya no iba a durar mucho. Nos recomendó que siempre estuviéramos juntos y que ella siempre iba a estar con nosotros. Lógicamente, nuestro afecto nos cegó.

No creíamos lo que nos decía y le animamos a luchar por su vida diciéndole todas esas cosas que se le ocurren a uno en esos momentos. En la noche, ya cuando me iba a acostar, me vino a mi mente una idea. ¡Quería orar con mi mamá! Eso era muy extraño, porque ya tenía mucho tiempo sin orar y mucho menos con el ser que más amo en la tierra.

Me paré de mi cama y me dirigí hacia su cuarto. Cuando entré, la vi acostada apaciblemente. Me senté en una pequeña mecedora al lado de su cama y le dije: Mamá, quiero orar contigo. ¿Puedo? Ella asintió con la cabeza.

Busqué en el tocador una oración que dos días atrás me había dado una querida amiga y empecé a leer. Cuando llegué a la frase “Señor acepto mi destino, sólo dame fuerzas para llevarlo”, se me hizo un nudo en la garganta. Mi madre me miraba con infinita bondad y amor. Me despedí de ella y me fui a dormir. Esa fue la última noche de mi madre en este mundo.

Yo me desperté como a las 6 a.m. Me vestí y me despedí de mi madre y le desee fortaleza en el hospital. Le dije que saliendo del trabajo, iría a verla. Mi hermana y mi padre la llevaron al hospital. Nunca se recuperó. Ese día murió. Yo estaba desconsolado. Quería morirme.

Y en uno de esos momentos me llegó a la mente esa pequeña oración. La busqué por todos lados pero no la encontré. Solo tenía en mente esa frase tan especial. Una noche, no recuerdo cuál, me acosté temprano y soñé…..¡Era el cuarto de mi mamá! Ella reía muy contenta. Yo me le quedé mirando y ella me dijo: no te preocupes, estoy bien. La oración que leímos, está conmigo. Gracias. En ese momento me desperté, llorando y muy emocionado. Yo creo que las cosas están en los lugares por algo.

Ahora me fijo mucho más en los objetos y en los hechos.

No existen las coincidencias. Experiencias Inexplicables

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