Creencias de Los Mayas
– Creencias precolombinas. Los mayas del sur de México, Guatemala, Belice, etc., dejaron escritos y relatos como el Chicham Balam y el Popol-Vuh. Habían elaborado una religión oficial basada en centros donde celebraban ceremonias y ciudades con templos. A partir del año 900 d.C., ese oficialismo religioso se fue convirtiendo en religiosidad popular. Su religión era un contrato entre los humanos y los dioses, quienes ayudaban a los hombres a realizar su trabajo y le facilitaban los alimentos.
En el Popol-Vuh, texto sagrado para los mayas, se encuentra el relato de la cosmogonía, leyendas e historia de las tribus quichés. Los dioses que los hicieron tuvieron que luchar contra los señores “del mundo de abajo”. Los dioses dieron forma a los primeros cuatro hombres, a los que sacaron de harina de maíz, al igual que hicieron con las primeras cuatro mujeres.
La mayoría de los dioses mayas personificaban a las fuerzas de la naturaleza.
Un dios universal creó todas las cosas y se le conocía como Hunab-Ku, creador del universo. Su esposa se llamaba Ix Axal Uch. Itzamná, su hijo, era el progenitor de las ciencias y las artes, e inventor del calendario, la escritura jeroglífica y las tablas de la cronología maya.
Itzamná era considerado como el primer dios. Chac era el dios de la lluvia. Se destacaba Kukulkán, equivalente a la “serpiente emplumada” o Quetzalcóatl de los aztecas y toltecas. Otro dios importante era Yum Kax, dios del maíz y de la agricultura.
Se trataba de una religión dualista en muchos aspectos, caracterizada por la preocupación por la lucha entre el bien y el mal. Los dioses benévolos se oponían a deidades como Ah Puch, dios de la muerte.
Se notaba también cómo los dioses podían pertenecer al mismo tiempo a grupos diametralmente opuestos. El dios del Sol era del cielo, pero por la noche pasaba por el “mundo de abajo” y se convertía en uno de los nueve dioses de la noche y del “mundo de abajo”.
Los templos estaban en el centro de sus ciudades. El culto estaba a cargo de los sacerdotes, llamados antiguamente “nacom”, quienes constituían una casta dedicada a la mortificación física, incluso cortarse la lengua. Ofrecían sacrificios humanos que consistían en sacar el corazón de la víctima, sujeta esta sobre el altar por los brazos y las piernas.
Los indígenas de regiones enteras de Guatemala y México (entre ellas Chiapas) conservan muchas de estas creencias, incluso entre aquellos que han sido evangelizados por el catolicismo.
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