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Mate, pálida y áspera. La piel seca apenas muestra brillo, sino que más bien luce un aspecto mate. Su color es por lo general más pálido y en algunas zonas se presenta de un tono blanco-rosado. Al tacto resulta áspera, entre otras cosas porque está sometida a una descamación más intensa que otra clase de pieles.

Poros diminutos. Los poros suelen ser tan pequeños que resultan casi imperceptibles. Además, el grano es mucho más fino, lo que le confiere las características de una textura específica que en el argot esteticista se denomina grano a la estructura microscópica.

Mucho más sensible. Como consecuencia de su intensa descamación, la piel seca tiende a agrietarse. Se irrita con mucha facilidad frente a las agresiones del exterior, especialmente si se emplea mucho jabón para su higiene. También se percibe en ella una mayor tendencia a padecer los molestos y antiestéticos eczemas.

Envejece antes. Es un hecho comprobado que las arrugas irrumpen de forma más temprana en los cutis secos. Este tipo de piel tolera mal el paso de los años y con el tiempo se muestra más fina, delgada y transparente. Además, la exposición continuada a los agentes externos infringen sobre ella tirantez e irritaciones locales, un pasaporte seguro hacia un envejecimiento prematuro.

¿Cuáles son las peculiaridades de una piel seca?

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