Los zapatos son uno de los complementos más apreciados, y más cuidados a la hora de su elección.
Unos buenos tacones pueden ser el toque definitivo para un look espectacular.
Desde que aparecieran en el siglo XVI, los tacones han llevado asociada una imagen de elegancia y sofisticación. Las mujeres llevaban tacones, de hasta 13 cm., como signo de clase social. A partir del siglo XIX el tacón se convirtió en elemento imprescindible de la moda.
Hoy en día, la moda nos permite encontrar tacones de todas las medidas, anchos o finos, alisados, cilíndricos, cónicos o de estaca. La oferta es amplísima y se mueve al vaivén de cada temporada. El efecto estético es muy favorecedor, ya que alarga y estiliza las piernas, ya sea con pantalones, o faldas y vestidos.
Sin embargo, son muchas las consecuencias de un mal uso, o abuso, de los tacones. Desde molestias en las articulaciones del tobillo, o de la rodilla, a alteraciones crónicas en la estructura ósea del pie. Los tacones altos y estrechos provocan inestabilidad en los movimientos, lo que puede afectar a la columna vertebral.
Cuando se llevan tacones muy altos, los músculos del tobillo sufren mucha tensión por el cambio de ángulo, y el peso del cuerpo se inclina, y para compensarlo los músculos de la espalda se tensan. El balance natural de la espina dorsal se descompensa.
Por ello se recomienda evitar calzar zapatos con tacón excesivo de manera contínua. Los médicos recomiendan no usar tacones de más de 6 cm. de alto para diario, y combinar tacones altos con otros más bajos. En caso de utilizar tacón muy alto durante muchos días seguidos, y sentir dolor, no hay que dejarlos bruscamente, pues los músculos se han acostumbrado a la tensión, sino disminuir el tamaño gradualmente.
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