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Al absorber el sudor y la saliva que desprendemos al dormir, nuestra almohada pierde su característico color blanco y se torna amarillento o grisáceo y dejando 'mapas' por todas partes. Y ¿esas pequeñas manchas que aparecen? La culpable es nuestra saliva que se derrama cuando dormimos a pierna suelta y con la boca abierta.

Además de estas antiestéticas marcas, las almohadas son el nido ácaros y microbios que se pasean libremente por tu cara y tus pulmones y que pueden afectar a tu salud.

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