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Fases después de una ruptura

 

Al acabar una relación, podemos mostrar distintas emociones como: odio, sorpresa, negación… Todo ello es una consecuencia más de la ruptura.

Culpabilidad

Esta fase suele aparecer unos seis meses después de la ruptura. Nos sentimos muy culpables por lo que podríamos haber hecho y no hicimos, por lo que hicimos mal. El dolor es casi insoportable, incluso el corazón puede doler literalmente y creemos que vamos a morir de tristeza.

La vida no tiene sentido y pensamos que nadie a podido sufrir todo lo que estamos sufriendo nosotros. Esto ocurre cuando la relación ha sido profunda, pues en algunos casos esta etapa no se atraviesa o sólo se presenta en forma de tristeza y lamentaciones.

Se está “llorando” la muerte de la relación y éste lloro es más profundo si ya hemos experimentado otras pérdidas dolorosas en nuestra vida.

Qué hacer para no tocar fondo

Durante esta etapa debemos evitar la evasión (drogas, alcohol, otras relaciones…). Si no tomamos contacto con nosotros mismos, si no lloramos y expresamos todo lo que tenemos que expresar, la etapa no puede ser superada. Las amistades son la fuente de apoyo más adecuada en este momento, ya que en soledad sólo podemos conseguir llegar hasta la depresión. Al informarles de nuestra situación y expresar nuestras emociones podrán arroparnos, que es lo que en este momento necesitamos.

¿Por qué nos pasa?

No suele durar demasiado tiempo, alrededor de unas semanas. La tristeza por la pérdida se convierte en enfado e incluso en odio. El odio suele enfocarse hacia la pareja que nos ha abandonado, pero puede también expandirse al resto de personas del mismo género que ésta.

Se reniega del amor y se decide que nunca más se va a volver a estar enamorado/a o a querer a una pareja. Que nunca nadie nos volverá a hacer daño.

Ruptura

Cómo conseguir que no se convierta en una obsesión

Esta etapa es saludable para desprendernos de la obsesión de la persona querida, pero no ha de volverse obsesiva. La expresión del llanto y de la rabia nos desahogará, pero hay que saber dónde y cómo expresarla, nunca contra nosotros mismos o contra otras personas.

La imaginación y las fantasías de venganza pueden ayudarnos a descargar la ira, pero debe tenerse cuidado con el plantearse el llevarlas a cabo.

La falsa euforia

Durante esta etapa, que suele durar de un día a varios meses, nos damos cuenta de que somos “libres”.

Un sentimiento de euforia desbordado puede acudir tratando de llevar a cabo todo aquello que llevamos tanto tiempo sin hacer debido al hecho de tener pareja, incluso cosas que nunca habíamos hecho. Son muy típicos aquellos casos en los que trata de realizarse todo aquello que se sabe que podría contrariar a la pareja perdida si ésta se enterase. Es una especie de libertad mal entendida en la que influye mucho el deseo de venganza, de desinhibirse y de recuperar de golpe aquello que creemos que habíamos perdido en la relación. La euforia sólo está tapando el dolor y trata de negarlo.

Consejos

Es necesario asumir nuestro malestar, entender que se ha de atravesar una etapa de dolor y de reajuste, pero que este reajuste no debe de pasar por el filtro de los actos compulsivos, desmedidos y no razonados. Aunque la diversión resulta adecuada, nos distrae, debemos controlarnos, valorar si realmente es la diversión que nos conviene y nos hace un poquito feliz.

Debe de tenerse especial cuidado si nuestro tipo de personalidad tiene tendencia a la compulsividad y a la autodestrucción, pensemos las cosas cuatro veces antes de hacerlas. Son muy frecuentes en estos casos los excesos en el alcohol, las drogas, la promiscuidad y las compras desmedidas.

Ruptura

La vuelta al pasado tras la ruptura

Después de atravesar la etapa de euforia de la que, probablemente, no se ha obtenido todos aquellos maravillosos frutos que prometía, se tiende a volver a rememorar el pasado.

Se añora la estabilidad que se había encontrado al lado de la pareja y sólo puede pensarse en los aspectos positivos que nos aportaba sin acordarnos de los negativos. Todo nos parece perfecto del pasado y tendemos a sentirnos culpables de lo que creemos haber hecho mal o lo que nos ha faltado por hacer.

La ansiedad

En esta fase suele desarrollarse una gran ansiedad y aunque en algunos casos dura unos días, en otros puede alargarse hasta años. Puede intentarse la recuperación de la pareja perdida, lo que no hace sino que aumente el dolor y la frustración, o tratar de recuperarla a través de otras nuevas parejas, con lo que la relación que se desarrolla no es una relación libremente elegida, sino a la que nos aferramos desesperadamente desde nuestra necesidad para evitar el enfrentarnos con la realidad.

La gente que se queda estancada en esta etapa arrastra un grado de sufrimiento que puede llegar a anular muchas de sus otras facetas como persona. El rendimiento laboral, social y familiar puede verse muy afectado y las relaciones de pareja que se entablan tienden a estar contaminadas por los residuos que aún no se han eliminado de la relación anterior.

Cómo evitar el malestar

Hay qué preguntarse qué es lo que se trata de evitar. Probablemente nos encontremos con la respuesta de que se tiene miedo al mundo exterior y que no se sabe cómo ni por dónde volver a organizar nuestra vida, sobre todo si somos una persona dependiente.

El hablar con los amigos nos va a ayudar a que nos demos cuenta de qué es de lo que estamos huyendo. También pueden convencernos de que la insistencia en la recuperación de la pareja perdida no tiene sentido aunque nosotros pensemos que todavía es posible. Nos ayudarán a abrir los ojos. Siempre puede darse el caso de que este deseo sea sincero y no provocado por el miedo. Dejemos pasar el tiempo y estudiemos objetivamente nuestros sentimientos para decidir si éste es el caso antes de intentar el regreso.

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