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Los tampones se consideran seguras armas de mujer.

 

Desde que diversos estudios afirmaron lo contrario en 1980. Los de máxima absorción podrían ser responsables de una infección muy poco frecuente: el Síndrome de Shock Tóxico.

Un poco de historia: Los tampones acuden en auxilio de las mujeres en 1933. Pese a las reticencias que levantó entre ciertas féminas, el novedoso invento fue acogido con entusiasmo, ya que aportaba una solución más cómoda, limpia e higiénica ante la menstruación. Su prestigio se truncó en 1980, cuando en EEUU se les señalaron como posibles responsables del Síndrome de Shock Tóxico.

Se trata de un tipo de infección sanguínea muy poco frecuente que puede ser peligrosa. Su causa reside en una bacteria común llamada Staphylococcus aureus y sus síntomas son similares a los producidos por una gripe (vómitos, visión borrosa, fiebre alta, calambres, dolores musculaes y fatiga).

Las mujeres que los padezcan durante la menstruación o los días siguientes deben consultar de inmediato a su médico. Su tratamiento precoz a base de antibióticos consigue erradicarla por completo en un periodo de dos o tres semanas.

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Una enfermedad de origen incierto

Aunque los científicos desconocen todavía la relación existente entre el uso de tampones y el desarrollo del Síndrome de Shock Tóxico, se constata que en la mitad de los casos afectan a mujeres usuarias de este producto. Una de las hipótesis se centra en las necesidades de oxígeno que demanda la bacteria para producir las toxinas que dan lugar a la infección.

En la vagina existe muy poca cantidad de oxígeno, pero cada introducción de un tampón favorece su entrada. Además, los tampones contienen oxígeno entre las fibras, en una proporción que aumente conforme a su mayor grado de absorción. De hecho, los estudios ponen de manifiesto que el empleo de los Súper (entre 9 y 12 gr. de absorción) y Súper Plus (de 12 a 15 gr.) aumentan el riesgo de padecer la enfermedad, en especial entre mujeres de menos de 30 años.

 

Medidas ante posibles riesgos

En 1982 la FDA, organismo que regula los fármacos y alimentos en EEUU, tomó medidas para proteger a las mujeres de los posibles riesgos que entraña el tampón. A partir de entonces se obliga a sus fabricantes a incluir en el envase información sobre el Síndrome de Shock Tóxico asociado a su empleo.

Junto a la recomendación de emplear de forma alterna los tampones y las compresas, también debe insistir en la necesidad de utilizar tampones cuyo grado de absorción se corresponda fielmente con el flujo menstrual de cada fémina. Tras la campaña y según el Centro de Control de Enfermedades de Atlanta, el 40% de las norteamericanas compraban tampones de máxima absorción. En 1982 un porcentaje que quedó reducido al 18% un año más tarde y a un irrisorio 1% en 1986.

Un alegato en su defensa

Tan solo en EEUU, las mujeres consumen una media de 11.000 tampones a lo largo de toda su vida. Frente a las numerosas noticias aparecidas en Internet sobre la peligrosidad que puede acarrear su uso, la FDA salió en su defensa insistiendo en la seguridad que ofrecen.

Collin Pollard, jefe de la sección de Ginecología y Obstetricia de la FDA, apostilla que ”estamos convencidos de que el diseño de los tampones y los materiales con que están hechos son seguros gracias a los estudios científicos y al proceso de revisión necesario que se requiere para comercializar un producto”. Pero en el artículo también se insta a las mujeres a tomar ciertas medidas preventivas frente a posibles complicaciones, como sequedad vaginal, ulceraciones o Síndrome de Shock Tóxico.

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