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Encaramada con gracia en la copa de un roble surge esta preciosa cabaña cuya imagen evoca de inmediato leyendas de hadas y duendes.

Uno de los sueños de infancia más recurrentes es poseer una casita en lo alto de un árbol. Para el fotógrafo Yann Arthus-Bertrand, conocido en todo el mundo por su magnífico libro de imágenes aéreas La Tierra vista desde el cielo, ya no es un anhelo sino una realidad. En los últimos meses ha conseguido materializar dos de sus tres deseos: esta cabaña y su propio helicóptero. ¿El tercer sueño? Tener una isla en alguna parte de la Bretaña.

El precioso capricho del árbol es obra de la empresa La cabane perchée que ha creado, escondida entre las frondosas ramas de un roble majestuoso, esta cabaña de cuento a la que se asciende por una sinuosa escalera de caracol que parece abrazarse al tronco. Las ramas crecen libremente entrando y saliendo de las habitaciones con la soltura de saberse dueñas del espacio. Del mismo modo que un vestido a medida recorre fielmente las curvas del cuerpo, esta casa acomoda sus formas a la estructura del árbol, en una especie de fusión armónica en la que no se sabe con certeza dónde se ubica esa delgada línea en la que acaba lo natural y comienza lo artificial.

La casa del árbol ¿quién no ha soñado con una de niño?

Cada uno de los trabajos de esta empresa, a los que dedican entre tres y seis meses, es único y se adapta perfectamente a los gustos del cliente y a las posibilidades del entorno. En este caso, se ha diseñado una tarima sobre la que reposa una colchoneta para crear una confortable zona de descanso. Un poco más abajo, la pequeña terraza resulta perfecta para tomar un té y disfrutar de una charla tranquila en un entorno privilegiado, rodeado por las copas de los árboles.

A Yann Arthus-Bertrand la atracción hacia la naturaleza le viene de mucho tiempo atrás. Fue responsable de una reserva animal entre los 20 y los 30 años y después viajó a Kenia con su mujer para estudiar a los leones. Allí descubrió la belleza del planeta visto desde un globo aerostático y comenzó su vida de fotógrafo tomando imágenes de la tierra, los animales, los hombres… Así nació la pasión por los retratos y por la estrecha relación de las personas con el medio ambiente que les rodea. “El hombre forma parte de la naturaleza. Si transforma su entorno, se transforma a sí mismo”, opina. No es de extrañar, con esta filosofía, que la vida entre las copas de los árboles le resulte tan placentera.

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