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El Canto de Oración. 2 El perdón

 

IN. Introducción.

1. El perdón le ofrece alas a la oración, para hacer fácil su elevarse y rápido su progreso. Sin su fuerte apoyo sería vano tratar de elevarse por encima del escalón inferior, e incluso tratar de elevarse en absoluto. El perdón es el aliado de la oración; hermano en el plan para tu salvación. Ambos deben llegar a sostenerte y conservar seguros tus pies; tu propósito firme e incambiable. Contempla la más grande ayuda que Dios ordenó que estuviera contigo hasta que Lo alcances. El fin de la ilusión vendrá con esto. Contrario a la naturaleza intemporal de su hermana, la oración, el perdón tiene un final. Pues se hace innecesario cuando la elevación termina. Pero ahora tiene un propósito más allá del cual no puedes ir, ni necesitas ir. Logra esto y te has redimido. Logra esto y te has transformado. Logra esto y salvarás el mundo.

El perdón es la llave, pero ¿quién puede usar una llave cuando ha perdido la puerta para la cual se hizo, a la única que le sirve?

I. El perdón a sí mismo.

1. No hay regalo del cielo que haya sido más incomprendido que el perdón. Se ha convertido, de hecho, en un azote; en una maldición donde debía bendecir, en una cruel burla de la gracia, en una parodia de la santa Paz de Dios. Pero aquellos que aún no han elegido comenzar los pasos de la oración no pueden sino usarlo así. La bondad del perdón es oscura al comienzo, puesto que la salvación no se comprende, ni se busca en realidad. Lo que se hizo para sanar se usa para herir pues el perdón no se quiere. La culpa se convierte en la salvación, y el remedio parece ser una terrible alternativa a la vida.

2. El perdón para destruir se adaptará entonces mucho mejor al propósito del mundo que su verdadero objetivo, y que los honestos medios por los cuales se alcanza este objetivo. El perdón para destruir no pasará por alto ningún pecado, ningún crimen, ninguna culpa que pueda buscar y encontrar y “amar”. Amado de su corazón es el error, y las equivocaciones adquieren importancia y crecen y se expanden ante sus ojos. Cuidadosamente selecciona todas las cosas malas, y pasa por alto lo amoroso como si fuera una plaga; algo odioso y lleno de peligro y muerte. El perdón para destruir es la muerte, y es esto lo que ve en todo aquello sobre lo que posa su mirada y odia. La misericordia de Dios se ha convertido en un cuchillo retorcido para que destruya al santo Hijo que Él ama.

3. ¿Te perdonarías a ti mismo por hacer esto? Aprende entonces que Dios te ha dado los medios con los cuales te es posible regresar a Él en paz. No veas el error. No lo hagas real. Selecciona lo amoroso y perdona el pecado al elegir en su lugar la faz de Cristo. ¿De qué otra manera puede la oración regresar a Dios? Él ama a Su hijo. ¿Puedes Recordarlo a Él y odiar lo que Él creó? Odiarás a su Padre si odias al Hijo que Él ama. Pues como ves al Hijo te ves a ti mismo, y como te ves a ti mismo es Dios para ti.

4. De la misma manera en que la oración es siempre por ti, así te es siempre concedido el perdón. Es imposible perdonar a otro, porque son sólo tus pecados lo que ves en él. Quieres verlos allí, y no en ti. Es por eso por lo que el perdón a otro, es una ilusión. Sin embargo, es el único sueño feliz en todo el mundo; el único que no conduce a la muerte. Sólo en otro puedes perdonarte a ti mismo, pues lo has hecho culpable de tus pecados, y en él tienes que hallar tu inocencia. ¿Quién sino el pecador necesita que se le perdone? Y no pienses jamás que puedes ver pecado en nadie excepto en ti.

5. Este es el gran engaño del mundo, y tú el gran engañador de ti mismo. Siempre parece que el malvado es otro, y en su pecado eres tú el herido. ¿Cómo podría ser posible la liberación si esto fuera así? Serías el esclavo de todos, pues de lo que haga otro dependen tu destino, tus sentimientos, tu desesperación o esperanza, tu miseria o alegría. No tienes libertad a menos que te la den. Y como es malvado, él sólo puede dar lo que es. No puedes ver sus pecados y no los tuyos. Pero puedes liberarlo y liberarte también a ti mismo.

6. El perdón, verdaderamente concedido, es el camino en el cual radica tu única esperanza de libertad. Los otros cometerán errores y también tú, mientras esta ilusión de un mundo parezca ser tu casa. Pero Dios Mismo ha dado a todos Sus Hijos un remedio para todas las ilusiones que ellos creen ver. La visión de Cristo no utiliza tus ojos, pero tú puedes ver a través de los Suyos y aprender a ver como Él. Los errores son diminutas sombras, de pronta desaparición, que sólo por un instante parecen ocultar la faz de Cristo, la cual permanece inmutable todavía detrás de todas ellas. Su constancia permanece en tranquilo silencio y en perfecta paz. Él no sabe de sombras. Suyos son los ojos que ven más allá del error al Cristo en ti.

7. Pide, pues, Su ayuda, y cómo aprender el perdón como Su visión permite que sea. Tienes necesidad de lo que Él da, y tu salvación depende de que aprendas esto de Él. La oración no puede ser liberada hacia el Cielo mientras permanezca contigo el perdón para destruir. La misericordia de Dios quiere remover de tu santa mente esta forma de pensar marchita y venenosa. Cristo te ha perdonado, y en Su visión el mundo se torna tan santo como Él mismo. Quien no ve mal en él, ve como Él. Pues lo que Él ha perdonado no ha pecado, y la culpa no puede ser más. El plan de salvación se ha completado, y ha llegado la cordura.

8. El perdón es la llamada a la cordura, porque ¿quién si no un demente podría fijarse en el pecado cuando podría ver en su lugar la faz de Cristo? Esta es la elección que haces; la más simple de todas, y aun así la única que puedes hacer. Dios te llama para que ofrezcas a Su Hijo el amor de Cristo y así lo salves de la muerte. Esta es tu necesidad, y Dios te ofrece este regalo. Tal como Él da, así tienes que dar también. Y así la oración se restituye a lo informe, más allá de todo límite a la intemporalidad, sin nada del pasado que le impida volver a unirse al perenne canto que toda la creación entona a su Dios.

9. Pero para lograr este fin, primero tienes que aprender, antes de alcanzar el lugar adonde el aprendizaje no puede ir. El perdón es la llave, pero ¿quién puede usar una llave cuando ha perdido la puerta para la cual se hizo, a la única que le sirve? Por lo tanto, hacemos distinciones, de modo que la oración pueda ser liberada desde la oscuridad hacia la luz. El papel del perdón debe invertirse, y limpiarse de usos malvados y metas de odio. El perdón para destruir debe descubrirse en toda su traición, y abandonarse entonces por siempre y para siempre. Ni un rescoldo de él puede quedar siquiera, si el plan que Dios estableció para el retorno ha de alcanzarse al fin, y el aprendizaje se ha de completar.

10. Este es el mundo de los opuestos. Y tienes que escoger entre ellos cada instante mientras este mundo conserve realidad para ti. Pero tienes que aprender alternativas de elección, o no serás capaz de lograr tu libertad. Que te sea entonces claro lo que el perdón significa exactamente para ti, y que aprendas lo que debe ser para que te liberes. El nivel de tu oración depende de ello, pues aquí espera su libertad para ascender desde el mundo del caos a la paz.

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