UA

PSICOTERAPIA. 3. La práctica de la Psicoterapia

 

III. La cuestión del pago

1. Nadie puede pagar por la terapia, pues la sanación es de Dios y Él no pide nada. Sin embargo, es parte de Su plan que todo en este mundo sea utilizado por el Espíritu Santo para ayudar a cumplir con el plan. Aun el terapeuta avanzado tiene algunas necesidades terrenales mientras está aquí. Si necesita dinero se le dará, no como pago, sino para ayudarle a desempeñarse mejor dentro del plan. El dinero no es malo. No es nada. Pero nadie aquí puede vivir sin ilusiones, pues aún debe esforzarse por lograr que la última ilusión sea aceptada por todos en todas partes. Tiene una parte extraordinaria en este único propósito, para el cual vino. Sólo para eso permanece aquí. Y mientras permanezca, se le dará lo que necesite para quedarse.

Sólo un sanador no sanado intentaría sanar por dinero, y no tendrá éxito en la medida en que lo considere de valor. Ni encontrará su sanación en el proceso.

2. Sólo un sanador no sanado intentaría sanar por dinero, y no tendrá éxito en la medida en que lo considere de valor. Ni encontrará su sanación en el proceso. Habrá algunos a quienes el Espíritu Santo les pida algún pago para Su propósito. Habrá otros a quienes no se lo pida. No debe ser el terapeuta el que tome estas decisiones. Hay una diferencia entre pago y costo. Dar dinero donde el plan de Dios lo asigna no tiene costo. Retenerlo de donde corresponde por derecho tiene enorme costo. El terapeuta que lo hace pierde el nombre de sanador, pues nunca podría entender lo que es la sanación. No puede darla, y por ende, no puede tenerla.

3. Los terapeutas de este mundo son ciertamente inútiles para la salvación del mundo. Hacen exigencias, y por tanto, no pueden dar. Los pacientes pueden pagar solamente por el intercambio de ilusiones. Esto, en verdad, tiene que exigir pago, y el costo es grande. Una relación “comprada” no puede ofrecer el único regalo por el que se consigue toda sanación. El perdón, el único sueño del Espíritu Santo, no debe tener costo. Puesto que si lo tiene, simplemente crucifica de nuevo al Hijo de Dios. ¿Puede ser esta la manera en que se le perdone? ¿Puede ser así como termine el sueño del pecado?

4. El derecho a vivir es algo por lo que nadie tiene necesidad de luchar. Se le ha prometido, y está garantizado por Dios. Por consiguiente, es un derecho que el terapeuta y el paciente comparten por igual. Si su relación ha de ser santa, cualquier cosa que uno necesite, el otro la da; cualquier cosa que le haga falta a uno, el otro la provee. Es aquí donde la relación se hace santa, pues es aquí donde ambos son sanados. El terapeuta compensa al paciente con gratitud, lo mismo que el paciente lo compensa a él. No hay costo para ninguno de los dos. Pero se le debe gratitud a ambos, por liberarse de la duda y de la prolongada prisión. ¿Quién podría no mostrarse agradecido por semejante regalo? Pero ¿quién podría imaginar que éste puede comprarse?

5. Se ha dicho correctamente que a aquel que tiene se le dará. Porque tiene, puede dar. Y, porque da, se le dará. Esta es la ley de Dios, y no la del mundo. Así ocurre también con los sanadores de Dios. Dan porque han oído Su Palabra y la han comprendido. Todo lo que necesitan se les habrá dado de esta manera. Pero perderán esta comprensión a menos que recuerden que todo lo que tienen procede únicamente de Dios. Si creen que necesitan cualquier cosa de un hermano, no lo reconocerán más como un hermano. Y si hacen esto, una luz se apaga incluso en el Cielo. Donde el Hijo de Dios se vuelve contra sí mismo, sólo puede contemplar la oscuridad. Se ha negado la luz a sí mismo, y no puede ver.

6. Hay una regla que siempre debe observarse: no debe rechazarse a nadie porque no pueda pagar. Nadie es enviado a otro por accidente. Las relaciones siempre tienen un propósito. Cualquiera que pueda haber sido el propósito antes de que el Espíritu Santo entrara en ellas, son siempre Su templo potencial; el lugar de descanso de Cristo y el hogar de Dios Mismo. Quien quiera que llegue, ha sido enviado. Tal vez ha sido enviado a dar a su hermano el dinero que necesita. Ambos serán bendecidos de este modo. Tal vez fue enviado a enseñar al terapeuta cuánto necesita el perdón, y cuán poco valor tiene el dinero al compararlo con éste. De nuevo, ambos serán bendecidos. Sólo en términos de costo podría uno tener más. Al compartir, todos deben ganar una bendición sin costo alguno.

7. Esta visión del pago puede parecer muy poco práctica, y así sería a los ojos del mundo. Pero ninguno de los pensamientos mundanos es realmente práctico. ¿Cuánto se gana al esforzarse por conservar ilusiones? ¿Cuánto se pierde al desechar a Dios? ¿Y es posible hacerlo? Es, sin duda, poco práctico esforzarse por nada, e intentar hacer lo imposible. Por eso, detente un momento, lo suficiente para pensar en esto: tal vez has estado buscando la salvación sin reconocer hacia dónde mirar. Quienquiera que te pida ayuda puede mostrarte hacia dónde. ¿Qué mejor regalo se te podría dar? ¿Qué mejor regalo podrías dar?

8. Médico, sanador, terapeuta, sánate a ti mismo. Muchos llegarán a ti portando el regalo de la sanación, si así lo eliges. El Espíritu Santo nunca rehúsa una invitación a entrar y morar contigo. Te dará infinitas oportunidades de abrir la puerta de tu salvación, pues tal es Su función. También te dirá exactamente cuál es tu función en cada circunstancia y en todo momento. Quien quiera que Él te envíe llegará a ti, ofreciendo la mano a su Amigo. Permite que el Cristo en ti le dé la bienvenida, pues ese mismo Cristo se halla en él también. Niégale la entrada, y has negado el Cristo en ti. Recuerda la deplorable historia del mundo, y las felices nuevas de la salvación. Recuerda el plan de Dios para la restitución de la alegría y la paz. Y no olvides cuán simples son los caminos de Dios: Estabas perdido en la oscuridad del mundo hasta que pediste luz. Y entonces Dios envió a Su Hijo para dártela.

https://analytics.google.com/analytics/web/?authuser=0#/a19873651w39653599p39359059/admin/integrations/adsense/editor/MELVhoLOS4O55HAh2VocUA