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Si alguien gana…alguien pierde

 

Desde pequeños, los niños aprenden a competir y se les educa para ganar. Por ello, cuando el triunfo no llega, se asume como un gran fracaso.

 

De ahí la importancia de este tema, el tener mucho cuidado a la hora de enseñarles a competir con límites, igualdad y justicia y además mostrarles los beneficios de la cooperación.

En toda competencia unos han de perder y otros ganar. En la sociedad en la que vivimos pocos saben participar y perder, quizá porque no se educa a los niños en este sentido.

Normalmente se enseña a participar con la finalidad de ganar; el que no lo hace no es nadie… o es menos que los demás. Aunque algunos saben valorar y reconocer que saber perder es una gran cualidad humana, son pocos los que la practican.

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Competir… con límites

Los niños aprenden a competir desde pequeños: entre hermanos, por el cariño de mamá; en la escuela, por ser el mejor; en el parque, por tener más tiempo la pelota etc.

A veces se fomenta la competitividad de los niños para que saquen de sí lo mejor que tienen, pero sin poner límites a este esfuerzo. Es decir, que se les anima para que destaquen con sus notas, con sus habilidades… Pero no se les suele explicar que el fin no justifica siempre los medios.

No siempre se les indica que la lucha por el éxito de una actividad ha de ser desde la justicia e igualdad, todos pueden participar, sin dejar a nadie fuera. Tampoco se les suele explicar el valor de la cooperación, haciéndoles ver que a veces es más fácil conseguir una meta si son varios los que colaboran en conseguirla. El popular dicho la unión hace la fuerza es un perfecto reflejo de esta última idea.

¿Y en la escuela?

La competitividad se alimenta de un sentimiento de grandeza que surge tras conseguir destacar o sobresalir en algo. Esto tiene algo positivo como son las ansias de superación; y algo negativo si se convierte en una obsesión por “ganar siempre, perder nunca”.

Otra cosa que fomenta la competitividad en la educación es el modo de evaluar a los niños en la escuela. Hasta hace poco, eran las calificaciones, y no el proceso para llegar a ellas, las que sustentaban las “aptitudes” escolares de un niño. Por otro lado, las notas implicaban una “etiqueta” en cuanto a capacidad y actitud ante las tareas escolares.

Consecuencias negativas de competir

Este modo de mirar la vida desde un ángulo muy competitivo continúa a lo largo de la vida: en el ámbito laboral, sentimental, personal, etc…

Competir en exceso conlleva centrarse en uno mismo sin tener en cuenta a los demás, o fijar tanto la atención en un ámbito que se descuida el resto. Si sólo se considera bueno el obtener un éxito a cualquier costa, el no conseguirlo siempre se puede convertir en una gran frustración y un motivo de depresión.

Los beneficios de cooperar

Convertir la competición en cooperación tiene numerosos beneficios: la superación de retos, la ventaja de hallarse rodeados de más personas con los mismo propósitos… Todo ello implica una visión menos individualista del mundo.

Cooperar es unirse para conseguir un bien común, y con ello se renuncia al máximo beneficio. Éste se reparte, y el resultado no es menos positivo que un triunfo personal. Generalmente, los retos conllevan esfuerzo, responsabilidad, tiempo, etc. Cosas que compartidas pueden ser más agradables que llevadas a cabo en soledad.

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