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La palabra yoga significa unión, unión con el cosmos. Unión con nuestro propio ser.

La alimentación, después de la respiración es la forma más
elemental de unificarse con el medio ambiente. No es posible la unión si no escuchamos ni atendemos nuestras necesidades.

Para escuchar al cuerpo hay que dejar atrás todos los criterios dogmáticos y costumbristas. Aprender de nuestro sentido común y de nuestra sabiduría interna.

El yoga en nuestros días tiene un carácter universalista, no podemos hacer de las necesidades de los antiguos yoguis de la india un modelo válido para el mundo occidental. Si yoga es unión no podemos integrarnos en el universo con concepciones dogmáticas ni alimentarnos con criterios sectaristas.

La alimentación ha sido desde el principio de los tiempos la gran
preocupación de la humanidad; el hombre primitivo dedicaba la mayor parte de su tiempo a labores de caza y recolección. La búsqueda de alimentos adecuados puede decirse que es una necesidad común a todos los seres vivos.

Ya desde tiempos antiguos todas las religiones han fijado de forma precisa las reglas alimenticias que deben seguir sus adeptos. Todos los pueblos en todos los países del mundo tienen sus peculiaridades y diferencias alimenticias.

Todas las corrientes (vegetarianos, crudívoros, macrobióticos, naturistas, omnívoros, etc..) tienden a expresar sus preceptos y convicciones de forma dogmática y generalista. Mientras tanto los gurus sociales pontifican sobre hábitos profundamente arraigados, y cada cierto tiempo provocan alarma en la
sociedad previniéndonos contra costumbres alimenticias arraigadas desde hace miles de años para luego unos años después desmentirlas  y vendernos otra dieta mágica para adelgazar,para engordar, para o para rejuvenecer  que viene a aumentar aún más la confusión reinante en este tema capital.

En cuanto a esta materia se refiere no es posible encontrar unanimidad de  criterios. Ninguna dieta es perfecta ni universalmente válida en todas las circunstancias.

Las necesidades de una persona que vive en el trópico nunca serán las mismas que las de una persona que vive en el polo, y sin irnos tan lejos, en nuestro país, todos entendemos que la dieta de un cántabro tiene que ser por naturaleza diferente de la de un murciano. Las necesidades de un niño, de un joven o de un anciano también son distintas.

El clima, las estaciones, las características geográficas  de nuestra zona de residencia, la actividad que desarrollamos son los factores que en definitiva marcan nuestras necesidades alimenticias y son concluyentes a la hora de plantearnos  la adquisición o abandono de hábitos alimenticios.

Tenemos la suerte de poder elegir entre una amplia variedad de alimentos, pero también desafortunadamente, el deterioro de nuestro medio natural afecta directamente a la calidad y a la pureza de los alimentos que consumimos. La forma de vida en los “países civilizados” no favorece precisamente los mejores hábitos alimenticios. Las comidas rápidas, los platos precocinados, los productos químicos empleados por la industria alimentaria, el uso generalizado de pesticidas , la contaminación, el estrés, el exceso de sedentarismo etc.. son actualmente los principales enemigos de nuestra salud. Por esta razón, además de cuidar los productos que ingerimos tendríamos que prestar atención  a un  descanso y un ejercicio
adecuados.

Con la práctica de las posturas de yoga estimulamos la actividad
renal, y favorecemos la eliminación de toxinas del organismo, también favorecemos el transito intestinal, estimulamos el riego sanguíneo y oxigenamos todos los tejidos. Con las técnicas  respiratorias despejamos de impurezas las vías respiratorias y aumentamos nuestra capacidad pulmonar.

El ser humano es un animal omnívoro, y debido a su complejidad necesita para subsistir una amplia variedad de alimentos, ya que no existe un solo grupo de alimentos que nos proporcione todas las sustancias que necesitamos para vivir.

Si miramos hacia atrás en el tiempo vemos que nuestra capacidad de adaptación,  nuestra evolución genética nos ha permitido comer todo tipo de alimentos.

Si miramos nuestra estructura veremos como la dentición explica lo que comían nuestros antepasados: la estructura crea y permite la función y la función crea a su vez la estructura.

Tenemos un gran número muelas: doce en concreto, además de ocho premolares cuya función es moler y triturar alimentos como los cereales y las legumbres, también tenemos  incisivos para cortar alimentos como verduras y frutas, sin embargo sólo tenemos cuatro caninos cuya función es desgarrar la carne.

Atendiendo a nuestra estructura lo lógico sería distribuir nuestra
dieta  de forma que los cereales y las legumbres fueran una parte importante de lo que ingerimos diariamente, también deberíamos tomar abundantes verduras, hortalizas y frutas, y en pequeñas cantidades proteínas de origen animal (o proteínas vegetales si somos vegetarianos).

Hay algunos cambios que podemos hacer que sin duda repercutirán en nosotros de forma positiva:
– Comer lentamente, saboreando los alimentos.
– Masticar y ensalivar bien los alimentos antes de deglutirlos, de esta forma los digeriremos y asimilaremos mejor.
– Revisar las cantidades que ingerimos, con frecuencia excesivas.
– Procurarnos alimentos lo más puros posible (evitando aditivos, platos precocinados, etc.)
– Es de sentido común preferir los alimentos integrales a los refinados, los alimentos frescos a las conservas y lo natural a lo artificial.
– Si fuera posible, nos reservaremos un rato para descansar después de las comidas antes de emprender cualquier actividad.

Isabel Morillo
Centro de Yoga Argüelles

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