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Las investigaciones que se han ido llevando a cabo recientemente han evidenciado los efectos favorables de esta dieta respecto a la reducción de riesgos cardiovasculares, pero también sobre ciertos tipos de cáncer, la obesidad o la osteoporosis, entre otros grandes problemas que hoy preocupan en salud pública. El tipo de alimentación y el estilo de vida de la dieta mediterránea se atribuye históricamente a los países bañados por este mar (Turquía, Albania, la antigua Yugoslavia, Grecia, Italia, Francia, España, Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto, Israel, Jordania y Siria, entre otros), aunque también se podría incluir a Portugal, con una alimentación parecida a la de sus vecinos. La influencia de las civilizaciones y culturas que desde la antigüedad han habitado la cuenca mediterránea ¾egipcios, sirios, íberos, griegos, romanos, árabe-musulmanes, judíos…¾ ha ido engrosando la enorme variedad de productos de lo que hoy llamamos dieta mediterránea. Desde los más característicos, como el trigo, el olivo y la vid, hasta las verduras, las hortalizas y las frutas (incorporadas gracias a las técnicas de regadío del mundo árabe), pasando por los antiguos y variados quesos y leches fermentadas, además de pescados y carnes autóctonos. Todo ello, combinado con un estilo propio basado en el sabor, color y olor de las comidas, elaboradas con los ingredientes descritos y las distintas técnicas utilizadas para optimizar estas cualidades sensoriales (hervidos, asados, fritos, aliñados, macerados…), utilizando siempre aceite de oliva y los condimentos de manera prudente.

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