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A veces no somos conscientes de que toda dieta inadecuada afecta nuestra apariencia.

Hay muchos malos hábitos, muchos de ellos inconscientes, que afectan la apariencia en forma velada al principio, pero que lentamente producen un efecto devastador en ella. El exceso de cafeína, por ejemplo, impide un sueño profundo y completo que se revela en el rostro al día siguiente.

La carencia prolongada de ciertas vitaminas y minerales puede causar una variedad de efectos negativos en la salud y la apariencia. Comer a las carreras, ingiriendo alimentos siempre bajos en calorías y “tentempiés” que producen tensión, provoca un desequilibrio dietético que puede, a la larga, dañar la salud y el físico.

Hemos descubierto tres tipos de alimentación que, curiosamente, son el patrón de conducta de muchas mujeres que se suponen inteligentes y exitosas.

1. Las que comen por tensión.

2. Las que siempre están muy ocupadas para comer bien.

3. Las que siempre están a dieta.

¿Te reconoces en alguna de estas categorías o en todas?

Vamos a analizar cómo estas conductas equivocadas se convierten en saboteadores de tu belleza.


1. Quien come por tensión
Estas personas usan la comida para aliviar la tensión. Comer las calma temporalmente y distrae su mente de lo que las frustra. Les preocupa engordar y por eso hacen aerobics y beben mucho café, lo cual sólo contribuye a ponerlas más nerviosas. Es por la noche, cuando se encuentran solas que pierden el control y entonces se dedican a comer, sin importar lo que sea salado, dulce o engordante.

Los principales problemas en su apariencia son:

Frecuente retención de agua e hinchazón por las botanas saladas.

Apariencia cansada, ya que comer mucho por la noche dificulta la digestión e interfiere con el sueño.

Estrías en la piel como consecuencia de sus continuas fluctuaciones de peso.

2. Quien no tiene tiempo para comer
Este tipo de mujer está siempre corriendo entre citas importantes. Está consciente de la trascendencia del ejercicio y de una adecuada nutrición, para la buena salud, pero no sabe cómo incorporarlas a su ocupada agenda. Come o cena fuera con frecuencia y bebe alcohol para relajarse después del trabajo, claro, acompañado de alguna botana.

Los principales problemas de su apariencia son:

Sube de peso gradualmente debido a las grasas siempre ocultas en los menús de restaurante y a la falta de ejercicio.

Tienen retenciones de líquidos e hinchazón, ocasionadas por las comidas de restaurante, que son altas en sal.

Presenta músculos fláccidos como resultado de la falta de ejercicio rutinario.

Su piel es reseca, puesto que beber alcohol en forma sistemática deshidrata la piel. Esto, aunado a una dieta deficiente, puede producir carencia de vitamina B que provoca resequedad en los labios y alrededor de las fosas nasales.

3. Quien siempre está a dieta
Viven siempre preocupadas por la posibilidad de subir de peso y nunca pueden comer con tranquilidad. Siempre recurren a trucos de dietas de moda, de alimentos bajos en calorías y mantienen su dosis de calorías en 1000 diarias. La ironía es que, aunque son tan cuidadosas con las calorías, sus picoteos entre comidas son a veces más engordadores que sus comidas. No creen en el ejercicio como regulador de peso.

Sus problemas de apariencia son:

Músculos flácidos, debido tanto a la falta de ejercicio como a una dieta siempre baja en carbohidratos y calorías que obliga al organismo a quemar tejido muscular como fuente de energía.

Apariencia cansada, como resultado de una continua hipoglucemia (baja cantidad de azúcar en la sangre) debido a que se saltan comidas y se privan de nutrimentos básicos.

Mal aliento, causado por una dieta alta en proteínas y baja en carbohidratos.

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