El mar nos proporciona salud
El mar ha sido y es una fuente de salud, pero también de comunicación, de alimentación y riqueza.
Da mucho y pide poco a cambio, merece respeto y cuidados, aunque solo se lo damos ocasionalmente. Los baños de mar eran y son recomendados por médicos para mejorar o curar determinadas afecciones, tanto físicas como psíquicas.
Sus aguas yodadas ejercen un enorme beneficio en nuestro organismo, mejora nuestra circulación, tonifica los músculos, activa el sistema nervioso y limpia y desinfecta nuestra piel.
Efecto relajante
Además, tiene una acción relajante sobre nuestro sistema nervioso, y mejora las alergias e infecciones de distinta etiología.
Los paseos por la arena mejoran nuestra musculatura, y así podríamos ir numerando un sinfín de beneficios.
¿Quién no ha paseado por sus orillas sintiendo el saludo continuo de sus aguas espumosas, o no se ha sentado a contemplar su vaivén, sus idas y venidas sin importarle el esfuerzo continuo para alcanzar la orilla?
Su mejor aliado es el sol; su combinación mejora nuestra existencia, eleva el ánimo y nos transporta a través de sus olas a cualquier lugar por remoto que pueda parecer.
Caminar en el agua.
Como tratamiento terapéutico, lo mejor es hacerlo en el mar, adentrándose en el agua y luego volviendo a la orilla. Lo ideal es internarse hasta que el agua llegue al pecho o incluso el cuello, caminar con el agua a esa altura, dar pequeños saltos cuando llegue una ola y permanecer dentro unos 10 minutos. Luego se sale y se toma el sol otros 10 minutos. Estos paseos se pueden repetir tres veces.
Las articulaciones y el sistema venoso salen ampliamente beneficiados de estos paseos, ya que la presión hidroestática del agua favorece el retorno venoso y combate la pesadez de las piernas, un problema especialmente frecuente en verano y en las mujeres.
Igualmente sale reforzado el sentido del equilibrio.
La ventaja de estar a orillas del mar y no en un centro cerrado es que podemos nutrirnos con el aire marino, cargado de iones negativos. Los iones son unas partículas que forman el átomo y cuya carga eléctrica puede ser negativa o positiva.
Los iones negativos se generan en entornos naturales con corrientes de agua: el mar, los ríos, las cascadas, etc. Tienen un efecto muy saludable sobre las personas, ya que relajan y favorecen la producción de serotonina, un neurotransmisor cerebral necesario para dormir bien y mantener el buen humor. Se ha comprobado que, a solo cien metros del mar, la cantidad de iones negativos es de 50.000 por metro cúbico, cien veces más que en los ambientes urbanos.
Fortalece tus articulaciones y huesos.
El mero hecho de meterse en el agua ya tiene un gran efecto sobre nuestro cuerpo, ya que la mecánica del oleaje y las corrientes nos ayuda a hacer un esfuerzo por mantener el equilibrio, fortaleciéndo músculos y articulaciones. Está muy recomendado para todas las personas que sufren artritis.
Tu piel más suave, protegida y firme.
El agua del mar, rica en sal, ayuda a restaurar la barrera natural de la piel, sellándola de tal manera que mantiene su hidratación natural durante más tiempo. ¿El resultado? Una piel más suave y lisa.
Pero también es interesante saber que el agua de mar tiene una composición diferente a la que se encuentra en lagos, lagunas o ríos de agua dulce. En el agua de mar encontramos zinc, potasio, yodo y hasta 89 elementos esenciales presentes en nuestro cuerpo, así como vitaminas y microorganismos que liberan sustancias antibacterianas, todos elementos amigos de nuestra piel y que incluso pueden proporcionarnos un efecto antibiótico, ideal para mejorar heridas en proceso de cicatrización o para solucionar afecciones de la piel como la psoriasis.
El contraste frío-calor.
El hecho de que la temperatura marina sea más fría que la del cuerpo permite que haya un efecto vasoconstrictor de los pequeños vasos sanguíneos. Al tiempo, se dilatan las venas y arterias interiores por el aumento de presión que ejerce el volumen de sangre. El corazón late con menos frecuencia y descansa, se reduce el ritmo respiratorio y aumenta la tensión arterial.
Una vez en el agua, el cuerpo se acostumbra y es el sistema circulatorio el que reacciona, permitiendo que las venas de la piel se dilaten nuevamente, mientras que los vasos sanguíneos profundos y los órganos se constriñen. Se logra un masaje interno muy estimulante del sistema circulatorio y de los órganos.
El efecto de la arena.
La arena de la playa está formada por partículas de diámetro inferior a 3 mm y está cargada con los elementos químicos del agua de mar e incluso del aire, ya que es altamente porosa. La temperatura que puede alcanzar la arena como consecuencia de la incidencia de los rayos solares varía entre 40 y los 60 grados. Cubrir la piel con arena (una capa de 30 a 40 centímetros) es una terapia recomendable para las afecciones reumáticas y otras afecciones de los huesos y las articulaciones.
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