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Aparecen sobre todo al principio de la lactancia. La humedad y la
succión reblandecen la piel de la aréola y favorecen su formación. A
veces son tan dolorosas que impiden dar de mamar, pero conviene saber
que el dolor solo dura unos segundos y no continúa durante toda la toma. La infección de las grietas
se evita aplicando un poco de la propia leche como si fuera una pomada.
La exposición de los pechos al sol y al aire ayudará a curarlos antes.
También conviene asegurarse de que el bebé chupa de la aréola y no sólo
del pezón. Puede ir probando diferentes posturas, de manera que los dos, el bebé y usted se vayan adaptando poco a poco a la posición más adecuada.

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