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– Hace seis años me vi enferma de cáncer linfático. De acuerdo a los exámenes no había posibilidades de vida más allá de seis meses.

Había dado a luz a mi cuarto bebé hacía veinte días cuando me dieron esta tremenda noticia. Creía que el mundo se me venía encima, lloraba y sentía que mi pequeña niña ni se acordaría de mí. Todo era terrible y no encontraba consuelo, pero tuve la suerte de tener un esposo maravilloso que me amaba y daba fuerzas para continuar y una familia que no dejaba que en ningún momento me decayera.

Cuando lloraba delante de ellos, me decían que iba a estar mejor, que iba a superar esta enfermedad, que en diciembre íbamos a estar festejando las navidades y que me curaría, contrariamente a lo que decían los mejores médicos y especialistas.

Cuando tuve que ser operada para ver que órganos tenía tomados, me sucedió algo extraño. Un día antes de la operación recibí un montón de imágenes de santos milagrosos, del Divino Niño, del Santo que opera, etc., yo me aferraba a todos ellos y les rezaba pidiéndoles que por favor ocurriera un milagro, que me operaran y que dijeran que no era cáncer, que fuera otra enfermedad, pero desgraciadamente no fue así, sino que más bien vieron que tenía masas de quince centímetros, y más de dos, pero como yo había estado embarazada, pensaban que estaba gorda y nada más.

Lo raro y milagroso que me pasó, fue que después de operada me vi yo sola en mi cuarto del hospital, lo que me asombró porque siempre estaba alguien conmigo, y de pronto vinieron dos médicos vestidos como para operar.

Uno se puso en mi cabecera y el otro en los pies, preguntaron mi nombre, e inmediatamente me dijeron que tenía que ser operada, a lo que yo les dije, que no, que yo recién había salido de la operación, no me hicieron caso y me sacaron del cuarto y me llevaron por un corredor largo y de ahí no me acuerdo nada más.

Después seguí con los tratamientos de quimioterapia, perdí mi hermoso cabello, que era motivo de orgullo para mí, perdí algo de cejas y pestañas, engordé mucho y en resumen parecía otra persona.

El tercer tratamiento de quimioterapia lo hice en EE.UU., y al hacerme todos los exámenes, sorpresivamente me dijeron los médicos que los tumores habían desaparecido, que debía seguir con los seis ciclos de quimioterapia, pero que mi cáncer estaba en recesión.

Hasta ahora y gracias a Dios, estoy bien, no he tenido que seguir con ningún medicamento, me hago exámenes de rigor, pero cuando mi médico examina mis radiografías nuevas y las anteriores me dice que es un milagro pues no tengo ni el más mínimo indicio de haber tenido tumores, porque generalmente quedan residuos de ellos.

Yo pienso que Dios me dio otra oportunidad y que me hizo un milagro, soy madre de cuatro hijos y para los médicos muy estudiados, yo debería estar a estas alturas bien enterrada.

Mi mensaje es que el poder de Dios es infinito hasta lo imposible, para Él es posible, si uno le pide con fuerzas y con fe, yo oré con mucha fuerza en una ocasión que estaba sola y le supliqué, que no me llevase, me imaginé que me extendía los brazos y yo me aferraba a él, llore mucho ese rato, pero después sentí una gran paz y alivio y desde allí no volví a llorar ni a atormentarme con la idea que iba a morir, porque estaba sentenciada, afortunadamente pasé todos los tratamientos sin sentir ningún dolor, ni vómito ni nada de eso, y yo le dije en oración que viviría el tiempo que él lo deseara, si fuera una semana, un mes un año, y ya ven estoy aquí contando mi historia.

Ahora creo más en Él, en su infinito amor y si alguien les dice que no vivirán por alguna enfermedad, no les crean, si uno tiene ganas de vivir y pide con fuerzas, vivirá si Él y solo Él lo permite.

Además hay que ser muy positivo y optimista y no permitir que nadie le venga a llorar delante de uno, sino más bien rodearse de gente alegre y con buenas energías.

Agradezco a Dios por lo que hizo por mí y por poder estar junto a mi familia que tanto amo.

Enferma de cáncer linfático y desahuciada.

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