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– Cuando las hojas de las plantas cuyos bulbos se plantaron en primavera empiezan a secarse, significa que ha llegado la hora de su reposo invernal.

Extrae los bulbos de la tierra, pero con cuidado de que el instrumento que utilices no los estropee.

Si hace buen tiempo, déjalos secar al sol para que pierdan el exceso de humedad.

Corta luego con unas tijeras afiladas la parte aérea de la planta y separa los bulbos pequeños que pueda haber; si los cultivas aparte, en tres años florecerán.

Espolvorea los bulbos con un fungicida para evitarles cualquier percance durante su almacenamiento y elimina todas las raíces.

– Un buen sistema de almacenamiento invernal de los bulbos es aprovechar las hueveras de cartón para ponerlos.

Guárdalos en un lugar relativamente fresco y sombreado y no te olvides de detallar en una etiqueta su especie.

– En vez de desenterrar los bulbos todos los años, para replantarlos en otoño, procúrales un lugar definitivo.

Puedes componer con ellos manchas de color entre tus plantas vivaces, las cuales, cuando los bulbos hayan terminado su período de floración, tomarán el relevo, ocultando, además, su proceso de marchitación.

De esta forma, tus bulbos te proporcionarán años de satisfacciones y se multiplicarán por sí solos.

– Para acelerar el proceso de reproducción de los bulbos, coge un cuchillo afilado y efectúa un corte en forma de cruz en la base del bulbo.

Cuando se marchiten las hojas de la planta y desentierres el bulbo original, podrás retirar ya los nuevos bulbos aparecidos.

Llegado el otoño, plántalos en una maceta o en un rincón del jardín, ya que hasta pasados un par o tres de años estos nuevos bulbos no tendrán una floración normal.

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