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– El sol en verano y la calefacción en invierno son un castigo para los sillones de cuero. Para aliviarlo, frota el cuero de vez en cuando con una mezcla de dos partes de aceite de linaza por una de vinagre. Agita la mezcla para mantenerla homogénea durante su aplicación. Frota después con un paño suave.

– Una solución a partes iguales de aceite y vinagre deja los sillones de cuero como nuevos.

– Los sofás o sillas de cuero puedes limpiarlos con una gamuza húmeda.

Una vez al año aplícales cera de abeja, con un aerosol, nunca con cera en pasta, pues correrías el riesgo de que el asiento untara después.

Evita que les dé el sol o la luna porque los decoloraría, así como un calor excesivamente seco, que los agrietaría, y los detergentes, que los echaría a perder.

– El uso embellece el cuero; la pátina y un par de arrugas acentúan su carácter natural.

Un par o tres veces al año debes lavar los sillones de cuero con una gamuza y agua tibia para librar sus poros del polvo que han acumulado y darles al tiempo la humedad necesaria.

Las manchas de origen desconocido puedes tratarlas con 1/2 litro de agua a 37º en la que disolverás 3 cucharadas soperas de sal.

Para evitarte los clásicos ruedos, debes lavar toda la superficie del mueble.

– Si los sillones de cuero necesitan un tratamiento de recuperación, puedes optar en proporcionárselo por medio de la cáscara, bien limpia, de un limón – con el que frotarás todo el sillón – bien por medio de un trapo mojado en leche cruda. Deja que se seque la leche y abrillanta con un paño seco.

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